Prefacio

162 13 5
                                    

Sé lo que estás pensando: seguramente dentro de tu cabeza me ves como la típica chica nerd o como la súper popular que no puede con su ego

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sé lo que estás pensando: seguramente dentro de tu cabeza me ves como la típica chica nerd o como la súper popular que no puede con su ego. O soy una virgen mojigata, o soy la más zorra de los alrededores. No nos olvidemos de la cereza del pastel: ¿me equivoco al afirmar que esperas que te cuente una historia acerca de un romance tóxico, que te relate cómo conquisté un corazón inconquistable y convertí al badboy en el hombre más romántico del universo entero? ¿O quizá crees que leerás los sucesos que me llevaron a descubrir que mi mejor amigo siempre estuvo perdidamente enamorado de mí?

Pues no. No soy lo que esperas que sea. No soy rica, tampoco soy pobre. No tengo daddy issues (ni mommy issues, en caso de que te lo estés preguntando). No fui la mejor de mi escuela, ni la más popular, ni la más perdedora. De hecho, todo lo que pueda contarte acerca de mi vida antes de llegar al punto en el que estoy ahora, podría resultarte inmensamente aburrido. ¿Que si soy esa chica de apariencia promedio que cuando se coloca un poco de rímel en las pestañas y brillo labial se transforma mágicamente en Angelina Jolie? Absolutamente no. En realidad, soy lo que muchos consideran una «preciosura» natural. Sé muy bien que mi largo cabello rubio ondulado, mis ojos verdes, mi pequeña nariz y mis labios carnosos juegan mucho a mi favor, al igual que mi cuerpo medianamente proporcionado, mi metro setenta y tres de altura, y este cutis que es la envidia de las que tuvieron que lidiar con el acné durante la adolescencia. También reconozco todos esos detalles en mi apariencia física (y créanme que soy extremadamente consciente de ellos) que están bastante lejos de resultar atractivos: mis pies largos de dedos grandes, mis orejas ligeramente salidas hacia afuera, la celulitis, las estrías en el trasero y las uñas de las manos permanentemente mordidas.

En cuanto a mi personalidad, me complace informarles que no soy esa chiquilla sarcástica que siempre tiene una respuesta ingeniosa cuando alguien dice una estupidez. Por el contrario, puedo afirmar que soy esa muchacha que de la dulzura que irradia podría hacer que se te llenaran los dientes de caries. Muy rara vez estoy de mal humor, disfruto socializar y mi trato con la gente en general es amable y alegre. Sí, las personas así somos unos bichos raros en peligro de extinción, ¡pero les juro que existimos!

Resumiendo, mi vida puede llegar a apestar de lo rutinaria que es, pero la estabilidad y tranquilidad en la que me siento tan segura es algo que no cambiaría por nada en el mundo (ni por la posibilidad de consumir comida chatarra 24/7 sin engordar, tapar mis arterias o quedarme sin extremidades por culpa de la diabetes).

Pero, esperen... ¿Por qué estoy hablando en tiempo presente? Disculpen, fue un error. Supongo que aún no estoy lista para dejar ir el recuerdo de esa feliz y pacífica existencia que tuve durante mis primeros veintiún años de vida...

Bueno, después de todo, esa es la razón por la que estoy aquí, narrando estas palabras para compartirlas con ustedes. Algunos aseguran que hablar ayuda a sanar, que lo que queda guardado adentro se pudre y eventualmente nos echa a perder a nosotros también. Tan solo me gustaría contar con alguna garantía de que hacer esto me ayudará; pero algo me dice que ya es tarde... Demasiado tarde.

Mi nombre es Ariana Williams, y esta es la historia de cómo destruí mi vida.

❀❀❀

Sin Sin Sin© /// COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora