CAPITULO 4

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Descubrimientos

Bernardo

Era viernes en la mañana, no solía hacer visitas de campo, pero esa reunión era importante, pase toda la semana sacando a Florence de mi cabeza, después de verla en sus historias en un restaurante bebiendo con su prometido.

Bien, fue una noche más en su vida al parecer. ¿Quién diría que era de hierro? Bien, estaba bien, quizá el tenerla por una noche era mi premio de consolación, estaba bien, ya casi ni recordaba la manera en que su piel se marcaba con mis manos o el sonido de su coño mojado, no ya no...

-¿Pero qué puñetas haces aquí?- solté al pasar las puertas de aquella enorme recepción que daba hacia la oficina central de aquella revista

-¡Señorita Demetrio!- un hombre entrado en años al que conocía perfectamente salía de su oficina con una sonrisa- Tome, piénselo bien, es algo prometedor, me da gusto que se interese- y dándole su tarjeta paso de su rostro al mío - ¿Ya es hora? Dame dos segundos, espera en mi oficina- señalo perdiéndose por el pasillo que daba a los inodoros

Florence se quedó de pie mirándome con esos enormes ojos marrones, su boca parecía moverse, pero los sonidos no salían de ella, tenía un vestido negro simple y un par de tacones color violeta, esto es algo que usas para una jodida entrevista de trabajo, algo sobrio, pero con su personalidad latente en esos zapatos y aquellos enormes aretes.

-Entrare a esa oficina, y tú me esperaras en el café de enfrente- dije apretando los dientes- si te vas, iré a tu maldita casa ¿Me entendiste?- y tragando grueso asintió con el color por los suelos.

-Benito- llame a mi chofer- si esa mujer se mueve de aquel café, me llamas- asintio sin poder entender lo que pasaba

-Listo, listo, lamento la demora, pero cuando llegas a mi edad aguantar las ganas no es una opción- se carcajeo para si mismo

-¿La señorita Demetrio?-

-¿Una joya cierto?- me dijo con una sonrisa- supongo que en su empleo no tiene un buen modelo de crecimiento, su prometido es uno de nuestros abogados, y me ha insistido que la entreviste por meses, tu sabes, son de esos hombres que no se conforman con algo pequeño- arrugo la nariz como si aquello le molestara- primero creí que sería una niña mimada como el, pero, es buena, lo que presento es perfecto, así que podríamos hacer grandes cosas. ¿De dónde se conocen?-

-Del medio- respondí con una sonrisa falsa, la más falsa que encontré en mi repertorio.

Aquella reunión transcurrió incomoda, me importaba un carajo lo que ese tipo quería decirme, lo único que quería era hablar con esa mujer que casi se muere cuando se topó conmigo en la puerta. Apenas nos despedimos salí corriendo del lugar, el edificio me ahogaba y la imagen de Florence sentada en aquella mesa con sombrilla me aceleraba el pulso.

Cruce la calle con ella mirándome, pude ver como su cuerpo pasaba de estar encorvado a cuadrarse con ese gesto que ponía cuando alguien en la oficina quería confrontarla, no, no a mí, a mí no me confrontaría, era yo quien quería respuestas y ella me las daría.

-Gracias por esperar- me senté quitándome el saco

-No me dejo mucha opción- agito aquel café lleno de azúcar

-Bien, te escucho- arrugo las cejas como si no entendiera que quería decirle-¿Por qué estabas en una entrevista de trabajo?-

-¿Por qué no podría? No tengo un contrato fijo, así que es mi derecho buscar mejores opciones- dijo firme sin que la voz le temblara

-¿Crees que esto sea lo tuyo?- señale el edificio- una gran revista de moda-

-No vine por la redacción, vine por mi columna-

SospechaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora