CAPITULO 8

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La condena de Florence

Florence

El problema con mis momentos felices era que nunca duraba lo suficiente como para poder distinguirlos. Cuando la voz de Manuel sonó del otro lado del auricular mi estomago visito el suelo y la culpa me golpeo directo en las costillas.

Como pude llegue hasta aquel enorme hotel que seguramente podría pagar con unos tres meses de mi arrendamiento, este par de semanas Fredo tuvo según sus palabras "la mejor racha de trabajo de su vida" lo vi asistir a un par de galas, pero a diferencia de otras veces no insistí en asistir con él, aunque no quisiera admitirlo, aunque me llenara de vergüenza y de lastima hacia mi persona, no insistí porque por primera vez en mi vida no me sentía sola; así que lo deje pasar, tenía la mente puesta en otras cosas. En cosas que no debía tener en mente.

-Lo siento mucho Florence, pero no supe a quién más llamar-

-Está bien, está bien- caminaba detrás de él por esa enorme habitación de hotel sintiendo que mi estómago se vaciaría en cualquier momento

Ya había pasado por esto, más de una vez hice este recorrido, la sangre me recorría el cuerpo de manera violenta, el miedo de ver lo que tenian esas puertas era abrazador, quería dar la vuelta y salir corriendo ¿Para qué quedarme aquí? pensé por un momento negándome a esa idea, a esa tentadora idea.

-Lo que veras no será bonito Florence- me miro con tanta lastima, mientras el suelo comenzaba a desvanecerse bajo mis pies

-Estoy lista- dije sosteniendo con fuerza los tirantes de mi mochila mientras el empujaba las puertas...

Ahí estaba...

Apenas era humano, una mujer igual de inconsciente que él estaba a su lado junto con su grupo de sus inútiles amigos.

-Alfredo...- dije con mi voz temblando pero el apenas si me reconocía- Alfredo- llegue a aquel sillón donde miraba el techo

-Florecita- dijo sonriendo como tonto

-¿Qué hiciste cariño?- tome su rostro mirando su camisa llena de vomito-¿Me escuchas Alfredo?-lo sacudí cuando asustada de verlo cerrar los ojos pero estaba hasta el culo de todo.

Mire a mi alrededor, "no debí dejarlo" esa idea me golpeaba la cabeza, esto era mi culpa, yo lo deje, lo deje, lo deje cuando jure que no lo haría, que lo cuidaría, lo jure, lo jure. Limpie mis lágrimas mientras una de las mujeres a su costado sonreía viendo mi dolor.

-Dejalo aquí, aun no eres su esposa y ya estas arruinando la fiesta- se burló mientras todo en mi interior se volvía tan basura como ellos, masque esa sonrisa con odio, incapaz de sostenerme a mí misma y a su burla así que la abofetee, lo hice con tanto odio que me ardió la mano

Se levantó asustada para después caer de rodillas y salir a gatas con el culo al aire del lugar.

-Ven aquí Manuel, ayúdame a levantarlo- mi voz salía rota

-Claro- corrió dentro

-Debe ir al médico- dije

-Si alguien lo ve-

-Págales, tú tienes sus cuentas, paga su silencio, no podemos dejarlo así- empujábamos inútilmente.

-Ya veo porque le gustas tanto- una voz que odiaba sonó del fondo de aquella habitación- siempre vienes en su rescate, seguro cuentas los días por poner tus deditos sucios en su dinero-

No le conteste, no lo haría, Ezequiel Domínguez era su primo, él y yo nos odiábamos, desde que en la graduación acepte a hacer un viaje con la familia de Alfredo comencé a odiarlo, veía a Alfredo como une estorbo en su propio camino, me detestaba, y yo a él.

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