CAPÍTULO 5

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Vi a Sam saliendo de su clase a la vez que yo hacía lo mismo. Apresuré mis pasos para poder alcanzar los de ella. El pasillo estaba lleno de gente y a cada traspié una persona u otra me empujaba. Parecían entusiasmados de salir de clase, ya quedaba poco para el verano y se notaba en el ambiente, los exámenes terminarían pronto.

¿Qué pasará con mis estudios?—pensé—Realmente nunca había destacado en el campo académico, no suspendía pero tampoco sacaba todo sobresalientes. Dudaba que alguna vez hubiera estudiado de verdad, pero como seguía sacando calificaciones aceptables no buscaba más. Mi motivación era nula.

Una vez en el colegio nos hicieron unas pruebas que suponía indicaban cuán inteligente eras. Cuando entregaron los resultados a mi madre le dijeron que era una niña con altas capacidades, muy por encima de la media. No podía ver esa genialidad en mí, yo no era más lista que los demás, yo no lo veía así. Los profesores me regañaban por sacar notas bajas porque decían que no estaba explotando mi potencial, pasado el tiempo se dieron por vencido, no tenía ganas de estudiar y no iba a hacerlo por mucho que alguien me presionara. Una parte de mí se preguntaba si no me esforzaba porque llegado el momento en el que realmente tratara de sacar la mejor nota, fallara y decepcionara a todos. Prefería no intentarlo para poder decir que si fallaba era porque no me esforzaba. A fin de cuentas lo que importa en la sociedad de hoy en día son las notas que sacas y no lo inteligente que seas, lo teórico se debe llevar a la práctica, el problema es que en este caso me parecía que los términos no eran sinónimos.

A pesar de que aquello ya me hacía sentir bastante diferente, también era una PAS (persona altamente sensible), lo que me dificultaba todavía más poder comprender mis sentimientos y sobrepensar menos. Era consciente de que ser de esa manera estaba relacionado con mi intelecto, y todo mezclado con mis hormonas de adolescente, eran una bomba explosiva. En algunos instantes las ganas de llorar podían surgir por mirar el cielo muy bonito, incluso todo mi cuerpo se ponía con piel de gallina si las flores eran muy hermosas.

Corrí hacia Sam procurando chocarme con la menos gente posible.

—¡Sam!—Exclamé. Solo necesitaba pedirle un favor, un último favor—¿Te puedo pedir algo?

—Depende.— alzó sus cejas dejando clara su expresión dubitativa. Claro, de mi boca podría salir cualquier locura y más en estos momentos, aunque ella no lo supiera.

—Necesito tu equipo de acampada—fui directa al grano. No teníamos tiempo para ambigüedades. Tenía un plan.

—¿Para qué lo necesitas?—no se esmeró mucho en intentar ocultar su interés.

—Mi tía y yo queremos ir este fin de semana de acampada y necesitamos el equipo.—Eso fue lo que había estado pensando en decirle, pero después de que saliera por mi boca me di cuenta de que la mentira era horrible. Ni siquiera me importó, nunca había sabido mentir, no podía esperar mucho de mí en ese sentido.

—Hoy no creo que pueda, tengo atletismo y me estoy preparando para una competición que está muy cerca.—hizo una mueca triste que en un segundo cambió por una llena de de esperanza—. El miércoles me parece que estoy disponible.

—Es que la necesito hoy, tenemos que prepararlo todo con antelación.—Lo más seguro es que fuera la persona que peor mentía del universo—. Ya sabes cómo es Lorena.

Al pronunciar su nombre algo se rompió en mi interior. Me dieron ganas de vomitar. Quería llorar y gritar. Correr de nuevo hasta que no pudiera más.

—¿Max?—La voz de mi amiga interrumpió mis pensamientos. Hice contacto visual con ella. Sus ojos me delataron un sentimiento: tristeza, quizá una mezcla entre pena y preocupación para ser más exactos—¿Max, ha ocurrido algo?

Los peligros de confiar #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora