—¡Max! ¿Se puede saber qué haces dormida?—Soltó ella con exaltación.
No recordaba la última vez que había abierto los ojos. Mi mente únicamente estaba envuelta en una lóbrega habitación donde la memoria se disipaba en un opaco color negro.
—¿Dormir?—contesté intentando escoger la respuesta correcta. A la vez, sostenía los brazos en jarras indicando mi propia duda. Sam tenía razón, había sido una irresponsable por haber dejado que el sueño me ganara, pero cuando comenzaba a ver borroso y un escozor picante cubría mi visión... Era imposible evitarlo.
Dirigí una mirada al cielo ya despejado de oscuridad. Los pájaros cantaban otra vez. Un día completamente distinto al anterior. Una oportunidad para empezar de nuevo, y a poder ser sin homicidios o cosas sobrenaturales. En aquel momento solo deseaba ser alguien normal.
—Ya, pues se suponía que tenías que hacer guardia—ahora ya no parecía enfadada, tan sólo cansada. Unas grandes ojeras la delataban.
—Bueno, seguimos vivas ¿No?
—Sí—pronunció con escepticismo.
—Pues ya está.
Sam volteó los ojos.
—Bueno, dejando de lado tu pequeño problema mental... Estoy hambrienta, y también sedienta, aparte, huelo mal. No sé cuánto tiempo más podré soportar estar sucia—dijo poniendo cara de asco. En ese instante fui yo la que puso los ojos en blanco.
Llevábamos ahí tan sólo un día, no me imaginaba tener que estar allí con ella mucho más tiempo. Sam siempre había sido un poco fina por así decirlo. Desde pequeña, sus padres le habían dado todas las comodidades que una niña podría querer, todo lo que deseara. Sam tenía dos hermanos, ella era la menor. Mi teoría era simple; sus padres estaban ya tan agotados de aguantar a sus hijos, que, cuando tuvieron a Sam, le daban lo que ella pidiera con tal de que no hiciera berrinches ni se comportara mal.
Sam no era mala chica, para nada. En algunos momentos podía llegar a ser un poco insoportable, caprichosa y egoísta, pero también sabía lo que había sufrido. Su familia siempre le había exigido mucho, sobre todo que fuera perfecta. Le debía demasiado a Sam, y lo que menos tenía que hacer era juzgarla.—Todavía tenemos comida en la mochila.—antes de escapar de ese grupo de adolescentes habíamos tenido la suerte y oportunidad de poder coger de nuevo nuestra mochila. Estábamos abastecidas en cuanto a unos pocos recursos. Sin embargo, no iban a durar mucho tiempo. Teníamos que conseguir otra fuente de alimentos y agua, sobre todo agua——.Pero dentro de poco tendremos que buscar otra forma de surtirnos—hurgué en el bolsillo del pantalón—Aún me queda un poco de dinero que podemos utilizar—no entendía por qué mi tía me había mandado al bosque ¿Ya sabría lo que nos encontraríamos allí? Si era así, ¿entonces por qué lo habría de hacer? ¿Había sido consciente de que ahí despertarían mis habilidades sobrehumanas? Si ella sabía de aquel mundo mágico, ¿por qué nunca me lo comentó? Toda mi cabeza era un cúmulo de estúpidas teorías desorganizadas.
—Mira, creo que lo que tenemos que hacer es salir de aquí e ir a otra ciudad o país—esa misma había sido mi primera idea. Me planteaba seriamente desobedecer las palabras dictadas por mi tía. Allí no aguantaríamos mucho más. Entre las escasas provisiones y la gran cantidad de enemigos que habitaban en ese mismo bosque, pronto terminaríamos desfavorecidas.
—Estoy de acuerdo, ahora no es el momento de enfrentarnos a todos los que nos buscan, sería un suicidio.
—Hay un lugar que tengo en mente—sonrió enseñando unos hoyuelos—Verás, hace poco... ¿Te acuerdas que te dije que me había ido a un centro comercial abandonado a las afueras de la ciudad?—la miré con incertidumbre.
—Mmm...Sí—No, en realidad no me acordaba de eso. Solía tener memoria a corto plazo.
—Cuando entramos ahí, aún había un poco de comida tirada en el suelo. Quizás caducada, pero es nuestra única opción. Aparte el agua nunca se pone mala, ¿verdad?
Volví a repetir mi expresión de vacilación. No estaba muy segura de eso. De lo que sí estaba segura, era de que si visitábamos esa estancia tendríamos un techo bajo el que dormir. Lo único que me preocupaba era si la construcción era estable o no.
Estaba convencida, teníamos que salir de aquel campo de batalla en cuanto nos fuera posible. Una parte de mí se sentía culpable por mi tía, pero la otra decía que quizás ella no era consciente de todo lo que podría ocurrir en aquel bosque. A decir verdad no creo que ninguna persona que habitaba en la faz de la Tierra fuera capaz de haber previsto aquella locura.
—Antes que nada debemos salir del bosque ¿Tú y tus padres solíais acampar por aquí en verano, cierto?—eso sí lo recordaba, de ahí haberle pedido el equipo de acampada a ella—Entonces conocerás un poco las ubicaciones del bosque en general—me refería a qué lado estaba el río de nuestra posición y también por dónde era el camino para llegar a nuestro destino.
Sam asintió convencida.
Nuestro plan consistía en salir de allí por los sitios que menos posibilidades había de que nos pillaran. Por ejemplo, evitaríamos ir hacia al río o por los alrededores, ya que era un lugar al que sería muy fácil que una persona recorriera. Tenía agua y peces; recursos necesarios.
Si nos encontrábamos con los soldados trataríamos de escondernos y escapar, y en el caso de que nos vieran, yo lucharía contra ellos. Como Sam había dicho: "Si nos encuentran tú les darás una paliza". No sabía si eso era tan simple, todavía no controlaba mis poderes ¿Y si mataba a alguien sin querer? ¿Y si no tenía la misma suerte que las dos últimas veces? No quería correr ese riesgo, aunque tampoco había otra salida. Era eso o esperar a que nos atraparan en aquel escenario lleno de árboles y otro tipo de vegetación.
Comenzamos a andar rápidamente, casi corriendo, mientras intentábamos fijarnos en todo lo que ocurría a nuestro alrededor.
Las hojas caían de sus ramas con su característico vaivén. Los pájaros seguían cantando y ocultaban todos los demás ruidos que pudieran escucharse, como el sonido de nuestros zapatos pisando la tierra seca. Los árboles nos tapaban cualquier paisaje que quisiéramos divisar a más de nuestras propias narices. Sin embargo, Sam continuaba avanzando con ninguna dificultad aparente. Yo seguía sus pasos tratando de imitar su velocidad, que sin duda no era poca.Al fin salimos del bosque, y ni siquiera sabía cómo lo había logrado, pero se podría decir que a mi acompañante se le daba muy bien la orientación, ella era la que nos había sacado de allí, a diferencia de mí conservaba una buena memoria.
Ahora tan sólo podía verse una gran carretera inmensa cubierta de caucho y piedras. Por la que de vez en cuando unos coches transitaban, sin embargo, era obvio que no era muy concurrida.— Si no recuerdo mal, andando eran tres o cuatro—me sonrió y yo bufé evitando caer en la tentación de derrumbarme sobre el suelo sobre aquel frío asfalto. Me olvidaba que el mayor hobbie de Sam era hacer caminatas y correr —No te quejes, tampoco es tanto. —Claro ella estaba acostumbrada, ¿pero yo? Yo me pasaba la mayoría de mi tiempo tumbada en el sofá o en la cama.
Abrí la boca y solté aire.
—Creo que "poco" en tu idioma significa otra cosa que en el mío.
Después de unas cuantas horas (como mínimo cinco) y unas cuantas quejas más, llegamos. Todo estaba desierto excepto por una nave que habitaba en la nada. Era un edificio gigante que estaba recubierto con cristaleras (algunas rotas) y hecho de piedra marrón. Se encontraba en mal estado, eso era innegable, pero también tenía una belleza extraña, ese tipo de belleza que tienen las cosas antiguas. Por otra parte, un aspecto fantasmal y misterioso reinaba en aquel lugar, daba un poco de repelús.
Sentí muchas emociones, cada una más diferente que la anterior. No pude evitar cuestionarme por qué alguien construiría un centro comercial en el medio de la nada. Entendía la razón de su abandono.
—Venga, entremos—la voz de Sam sonaba firme y segura. Dudaba que realmente lo estuviera.
Tragué saliva y traté de renunciar a mi sentido común traspasando la gran puerta de cristal roto que ya estaba abierta y conducía a su interior.
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Los peligros de confiar #1
FantasyElla poseía un poder prohibido. Él poseía una conciencia inquieta. Ella no se permitía parecer débil. Él no se permitía querer a nadie. Ella escapaba de los asesinos de su padre. Él escapaba de su pasado. Ella solo tenía que odiarle por lo que hi...