CAPÍTULO 6

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Vi un matojo de árboles que parecía dar la entrada al bosque. Los árboles eran altos casi tanto que no se podía ver la cima. Los pájaros cantaban y el viento movía las hojas con un delicado vaivén. Parecía un lugar pacífico y relajante. Dejé de observar la parte superior de la escena y me encontré a Sam en mi campo visual. Me atreví a pensar que estaba de buen humor, pero su rostro rojo de furia me indicó lo contrario. Se acercó a mí golpeando el suelo a cada paso, señaló su reloj negro de agujas.

—¡Llevo esperando aquí más de una hora!—gritó sin controlarse—Te he llamado al móvil unas veinte veces y ninguna me has cogido ¿Se puede saber qué demonios hacías?—me acerqué a ella con inseguridad. Al no ser consciente de la hora sin el teléfono, en la calle se me había ocurrido preguntar a una señora que aparentaba ser mayor. Para mi sorpresa llevaba media hora de retraso y con coger el bus no había podido llegar antes.

—Lo siento, es que me despisté.

—Pues-pues no sé. No haberte despistado—respiraba con rapidez por el enfado.

—Gracias por la sugerencia—mi cuerpo fue impregnado por una oleada de culpa. Sam estaba ocupada y la había hecho venir igual porque la necesitaba. Le estaba mintiendo, y era muy probable que no la volviera a ver. Estaba centrada tanto en encontrar las razones de lo que me había dicho mi tía sobre mi padre y de cómo haría para estar en el bosque que me había olvidado por completo de ella. Era algo real, no iba a volver a verla. A volver a escuchar sus bromas, sus problemas amorosos, ni las historias de su familia. No la animaría en ninguna competición.

¿Qué pasará cuándo denuncien mi desaparición? Fuera Sam u otra persona la que lo hiciera. Mi tía decía que no podía ir a la policía, cosa que yo traducía como no confiar en ella. Si la persona que quería hacerme daño era tan poderosa como para controlar al cuerpo de policía, debía de ser alguien importante—un escalofrío recorrió mi cuerpo ante esa aterrante idea—. Había pensado en desapuntarme del colegio para que no notaran mi desaparición pero no tenía ni idea de cómo hacerlo, ni tampoco tiempo. De todas formas si ellos no avisaban a la policía lo haría mi madre o Sam. Encontrarían la silueta inerte de Lorena. Si la policía estaba comprada entonces nada de eso se denunciaría, pero aún así mi progenitora estaría preocupada. Contando con eso había escrito una nota para mi madre diciendo.

Querida madre:

Todo va bien. Estoy bien. No me busques.

Te quiere, Max                                                                                                                                                                                                                                

—Max, no me hace gracia—rechistó haciendo aspavientos con los brazos. Por alguna extraña razón pensé en haber atisbado una pequeña sonrisa. Debió ser una alucinación.

—Lo siento. La culpa ha sido mía, no debí haberme descuidado. Perdóname.

Pareció calmarse antes mi disculpa. Sus brazos ya permanecían pegados a su torso como de costumbre, y su pecho ya no subía y bajaba a tanta velocidad. Iba a añorarla tanto...

—Te he dejado el equipo de acampada allí,—se refregó los ojos cansada, me sentí avergonzada y culpable—tiene todo lo necesario: mantas, cantimploras, y otras cosas que ni sé cómo se llaman—no sabía cómo agradecerle lo que estaba haciendo por mí. Ella era inconsciente de que ya no la volvería a ver, al menos en bastante tiempo. Si le contaba lo que estaba ocurriendo, la pondría en peligro, si le contaba lo que estaba ocurriendo, seguramente no me dejaría marchar sola.

Los peligros de confiar #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora