Rosé Imaginas - Libro uno

Ella tiene frio

El clima comenzaba a ponerse frío y Rosé tuvo el día libre hoy, dejándolas a las das acurrucadas en el sofá con algunas buenas películas.

Estabas acurrucada en tu sudadera favorita. Tenías tu cabeza en su hombro y sus brazos te rodeaban para mantenerte cerca.

Estaban a la mitad de la película cuando la sentiste temblar. La miraste preocupada.

—¿Tienes frío, bebé?—. Le preguntaste y te apartaste de sus brazos, lo que solo la hizo sentir más frío.

—Sí, pero está bien. Estaré bien. Acércate—. Ella gimió la última parte y no pudiste evitar reírte de lo adorable que es.

—Tengo una mejor idea.

Agarraste la manta de la parte de atrás del sofá y luego te apoyaste contra el otro lado.

Tiraste de su mano.

—Vamos, Rosé—. Ella levantó una ceja pero su corazón se derritió instantáneamente cuando la atrajiste suavemente a tus brazos y actuaste como la cuchara grande.

No solo la cubriste con la manta, sino que también la abrazaste con fuerza y la sostuviste lo más cerca que pudiste. Te inclinaste para plantar unos cuantos besos en su cuello y escuchaste las risitas dulces y contagiosas que caían de sus labios. —¿Mejor, hermosa niña?

Ella se sonrojó con tus palabras, jurando que nunca se había sentido más amada o más enamorada que en ese mismo momento contigo.

—Sí. Me siento mejor ahora, gracias.

Ambas se sentaron en un cómodo silencio por un momento, el único ruido era el de la televisión hasta que hablaste.

—¿Quieres que te deje ir ya que estás más cálida?—. Rosé inclinó su cabeza hacia atrás contra tú hombro y levantó su mano para acariciar tu mejilla.

–No. Soy cálida y feliz así. Por favor, no me dejes ir.

Plantaste un largo y amoroso beso en sus labios.

—Entonces no lo haré.

Volvieron su atención a la película, pero en realidad ninguna de los dos la estaba viendo. Estaban demasiado atrapadas en el momento y la una en la otra como para preocuparse realmente por cualquier otra cosa.