Rosé Imaginas - Libro uno

No puedes dejar de estornudar

Rosé tenía sus brazos alrededor de ti en la cama, sosteniéndote cerca para mantenerte caliente mientras te estremecías levemente, el frío que tenías seguía pasando factura.

Rosé dejó que las yemas de sus dedos rozaran tu brazo cuando, de repente, te alejaste rápidamente y buscaste los pañuelos en la mesita de noche.

—Achoo.

Rosé dejó escapar una pequeña risita después de que estornudaste, haciendo que fruncieras el ceño.

—¿Qué es tan divertido?—. Preguntaste, con la voz débil y rasposa.

—No, nada, cariño. Solo tienes el estornudo más adorable que he oído.

Pusiste los ojos en blanco y te cubriste con la manta mientras empezabas a temblar de nuevo.

No, yo no-

Trataste de discutir pero otro estornudo te interrumpió. Rosé volvió a reírse, pero cuando hiciste un puchero se detuvo y te atrajo hacia sus brazos.

—Vaya, nena. Salud—. Ella se rió. —No te preocupes, te tengo.

Fue a besarte la cabeza cuando te apartaste de nuevo y estornudaste una, dos y luego tres veces más.

—Salud, una y otra vez.

Echaste la cabeza hacia atrás con un gemido y suspiraste cuando esa molesta sensación de otro estornudo arrastrándose sobre ti desapareció.

—¿Mejor?—. Rosé comprobó mientras frotaba tus brazos con dulzura.

—¡Creo que sí!

Rosé asintió y te atrajo hacia su pecho. Ella plantó algunos besos en tu cabeza y frotó tu espalda suavemente.

—Te amo, espero que empieces a sentirte mejor pronto.

—Yo también te amo, Rosé.

Cerraste los ojos y te concentraste en el suave latido de su corazón. Pero, de nuevo, parecía que no podías estar cómoda porque, una vez más, esa sensación volvió.

—Achoo. Estornudaste, fuerte, y Rosé no pudo evitar arrullarte cuando te quejaste miserablemente.

—Solo mantén esto a mi lado.

Claramente molesta, tomaste los pañuelos y los pusiste a tu lado. Rosé solo se rió y envolvió sus brazos un poco más alrededor de ti.

Realmente esperaba que empezaras a sentirte mejor pronto.