La primera vez que te quedas a dormir

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Los créditos finales de la película comenzaron a aparecer y Rosé se estiró en el sofá.

—¿Disfrutaste la película, T/n?—. Se preguntó, mirando su regazo donde habías decidido acurrucarte a mitad de la película para estar más cerca de ella. No pudo evitar sonreír cuando vio que te habías quedado dormida.

No era realmente tarde, pero ambas han estado trabajando duro últimamente y ella entiende que tus ojos estaban demasiado pesados para mantenerlos abiertos por más tiempo.

Sus dedos se movieron a lo largo de tu brazo lenta y suavemente hasta que tus ojos se abrieron. Rosé sentía como si fuera a estallar el corazón por el amor que sentía por ti mientras la mirabas a los ojos cuando se abrieron de par en par.

—Oye, dormilona.

Te reíste y te pasaste las manos por la cara.

—Oye. ¿Me quedé dormida?

Rosé asintió. —Sí, pero está bien. No me importa. Me gustaba tenerte cerca—. Se inclinó para darte un beso cuando tus ojos se posaron en el reloj de la pared.

—Son casi las once. Creo que debería irme. Ya estoy cansada y no debería aplazar mucho más y arriesgar nada.

Te sentaste y buscaste tu chaqueta.

—Espera—. Dijo Rosé en voz baja, tirando suavemente de tu muñeca.

—¿Si, cariño?

—¿Por qué no simplemente... te quedas aquí?

—¿En serio?

Rosé asintió. —Sí. Si quieres, me encantaría que te quedes aquí conmigo esta noche—. Ella sonrió contra tus suaves labios cuando la besaste.

—Me encantaría.

Rosé dejó escapar un suspiro de alivio y dejó caer su frente contra la tuya por un momento.

—¿Quieres ir a la cama ahora?—. Preguntó, esperando no estar presionándote demasiado rápido.

—Sí—. Sonreíste y dejaste que te tomara de la mano para llevarte por el pasillo hasta su habitación.

La viste mientras tomaba su ropa para la noche y te sentabas torpemente en la cama.

—Uh... ¿Rosé? Realmente no tengo nada que ponerme esta noche. ¿Debería dejarme lo que tengo puesto?—. Preguntaste, señalando tu sudadera.

No eran incómodos, pero Rosé aún así no te haría dormir con ellos. Sacudió la cabeza con una risita y te arrojó una de sus camisas de Blackpink.

—Ahí tienes, linda—. Ella te guiñó un ojo y se fue al baño, dejándote un desastre sonrojado y risueño.

Te cambiaste de ropa y te pusiste la camisa. Era un poco larga, así que te hacía sentir perfectamente cómoda. Caíste de espaldas en la cama, tan feliz y contenta ante la idea de pasar la noche con Rosé. Estar envuelta en sus brazos toda la noche sonaba como un sueño hecho realidad.

La puerta del baño se abrió y la luz se apagó. Rosé salió, sonriendo cuando te vio acostada boca arriba.

—¡Ponte cómodo!—. Ella se rió, asintiendo hacia las mantas sobre las que estabas recostada.

Las levantaste y te deslizaste debajo de ellas. Rosé se acostó a tu lado y se cubrió con las mantas hasta los hombros.

—¿Rosé?—. Ella tarareó cuando se puso de lado para mirarte. —¿Puedes abrazarme?

Rosé estaba segura de que era lo más dulce que había oído en su vida. Ella asintió y abrió sus brazos para ti y rápidamente te metiste en ellos.

—¿Está bien?

—Perfecto—.  Dijiste con una sonrisa, dejando que tus ojos se cerraran una vez más.

Rosé apagó la luz y apoyó su cabeza en la tuya.

—Te amo, T/n. Espero pasar más noches como estas juntas.

Levantaste la cabeza y besaste sus labios suavemente antes de volver a acostarla para quedarse dormida.

—Yo también, Rosé. Te amo mucho.

Rosé Imaginas - Libro uno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora