Estas enferma

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Rosé frotó tu espalda suavemente mientras continuabas retorciéndote en la cama para encontrar una posición cómoda, una que aliviara el dolor en tu estómago que rápidamente se estaba volviendo insoportable.

Tienes gripe y, por supuesto, decidió que te golpeó toda la noche anterior. Has estado despierta durante horas, enferma y desesperada por dormir y aliviarte. Te duele el estómago, tienes fiebre alta y has estado vomitando mucho, y tu preocupada novia ha estado a tu lado en todo momento.

Rosé escuchó otro gemido de agonía salir de tus labios secos. La estaba destrozando verte así; con tanto dolor, sintiéndote tan miserable que le suplicas que lo detenga, y desearía poder hacerlo, pero todo lo que ha intentado no parece funcionar.

Tu estómago se revolvió de nuevo y apenas tuviste tiempo de moverte hasta el borde de la cama antes de que vomitaras una vez más. Rosé te recogió el cabello y te frotó la espalda hasta que te detuviste un minuto después.

—¿Te sientes mejor ahora?—. Te preguntó Rosé. Ella esperaba que dijeras que sí, pero solo te encogiste de hombros.

—No lo sé. Me siento tan mal.

Tuvo que morderse el labio para ocultar cómo se le rompió el corazón al verte de esta manera.

—Lo sé. Déjame ir a buscarte un poco de agua.

Solo asentiste débilmente con la cabeza. Con un beso suave y prolongado en la parte posterior de tu cabeza, Rosé se puso de pie y bajó las escaleras para traerte un poco de agua, regresando un momento después con un vaso lleno de agua fría, que te acercó a los labios y te dejo sorber lentamente hasta que lo alejaste.

El líquido frío alivió tu garganta momentáneamente. Sentiste a Rosé pasar las yemas de sus dedos por tu frente. Viste la forma en que sus cejas se juntaron cuando sintió el calor de tu piel contra su mano.

—Tu fiebre sigue alta.

Apartaste la manta de una patada cuando comenzaste a sudar. Rosé escuchó el gemido salir de tus labios, así que colocó su mano sobre tu estómago y comenzó a frotarlo lenta y suavemente.

—Volveré enseguida, cariño. Creo que sé algo para ayudarte con el dolor de estómago.

No querías que se fuera de tu lado, ni siquiera por un segundo, pero estabas desesperada porqué el dolor se detuviera y estabas dispuesta a intentar casi cualquier cosa en ese momento.

Rosé miró a su alrededor por un momento antes de regresar a ti con una almohadilla térmica en las manos. Te levantó un poco la camisa, la colocó sobre tu estómago y la conectó.

El calor se extendió por tu piel un momento después, comenzando a aliviar la incomodidad. El alivio se apoderó de Rosé cuando un suave suspiro salió de tus dulces labios. Se acostó a tu lado y dejó que las yemas de sus dedos rozaran tu piel, brindándote un poco más de comodidad.

—Gracias, Rosé.

Ella asintió en silencio y besó suavemente tu cálida mejilla.

—Cuando quieras. Ahora trata de dormir. Estaré aquí si necesitas algo.

Tus ojos se cerraron y, aunque todavía te sentías mal, te sentías un poco mejor que antes y te sentías especialmente reconfortada con Rosé a tu lado.

—Te amo—. Susurraste antes de quedarte dormida, dejando a Rosé con una pequeña sonrisa en su rostro.

—Te amo más, T/n.

Rosé Imaginas - Libro uno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora