Rosé se preguntó si podía despertarse con algo mejor que esto.
Allí te acosaste a su lado. Tus labios estaban separados, tus respiraciones eran suaves ya que cada uno caía constantemente de tus labios. Tus piernas estaban enredadas con las suyas, la manta estaba cubría tu estómago y la correa de tu camisa caía de la piel suave de tu hombro.
Es la primera vez que ha despertado a tu lado. Pasaron la noche juntas por primera vez anoche y mirándote ahora, Rosé nunca quería despertar de otra manera que no fuera contigo allí con ella.
Ella te observó dormir por un momento, solo permitiéndose maravillarse de lo hermosa que te veías. Se movió a través de la cama y más cerca de ti. Ella besó tu mejilla suavemente, solo para ser cariñosa al principio. Pero luego te vio sonreír en tu sueño. Su corazón revoloteó y no pudo evitar pensar en lo enamorada de ti que estaba realmente.
Besó tu mejilla, arrastrando sus labios desde tu frente hasta tu otra mejilla. Escuchó que una risita caer de tus labios mientras te agitaste, pero mantuviste los ojos cerrados.
Ella sonrió contra tus labios mientras besaba ambas curvas de ellos y justo cuando abriste los ojos, los dejaste cerrar nuevamente mientras te besaba por completo por primera vez esa mañana.
––Buenos días a ti también––. Dijiste con una sonrisa brillante mientras se alejaba. Estirando los brazos sobre tu cabeza, tu camisa subió un poco por tu costado. Rosé movió los dedos sobre tu piel y disfrutó del sonido de tu risa mientras hacía cosquillas en la suave piel debajo de las yemas de sus dedos.
––Es una gran mañana––. Ella se inclinó sobre sus codos, admirándote.
Ella metió un mechón de cabello detrás de la oreja mientras encerrabas los ojos.
––Estás de buen humor esta mañana.
––¿Cómo podría no estarlo cuando estás aquí conmigo? Esta es la primera vez que me he despertado a tu lado. No recuerdo la última vez que me sentí tan feliz como en este momento contigo.
Envolviste tus dedos alrededor de los de ella y los llevaste a tus labios.
––Te amo, Rosé.
––Yo también te amo––. Ella se recostó y te dio otro beso, pero antes de que pudieras profundizarlo, se apartó para besarte la cara nuevamente. Tus mejillas se pusieron rojas y cada risa que cayó de tus suaves labios solo hizo que las mariposas en el estómago de Rosé revoloteen más rápido.
Así es como pasaron la mayor parte de la mañana; Riéndose juntas y robando besos, y no querrían gastarlo de otra manera.