Frotando el sueño de tus ojos, miraste el reloj y descubriste que eran más de las dos de la mañana. Se sentía extrañamente frío esta noche a pesar de que tu manta estaba bien envuelta alrededor de ti.
Cuando miraste hacia el lado dónde duerme Rosé, todo tuvo sentido. Ella no estaba allí. Las sábanas estaban frías, lo que indicaba que no había estado en la cama por un tiempo. Aún estabas muy cansada, pero ahora tenías curiosidad y estabas un poco preocupada.
Así que, de mala gana, apartaste tu propia manta y dejaste que tus pies te sacaran del dormitorio. Las luces del pasillo estaban apagadas y el piso de arriba estaba en perfecto silencio. Así que empezaste a bajar las escaleras.
Podías escuchar la televisión sonando y a Rosé riéndose en voz baja, aunque estabas cansada y con frío, aún esbozaste una pequeña sonrisa. El sonido era tan edificante y alegre que era imposible no sonreír cada vez que lo escuchabas.
—¿Rosé?
Ella miró en tu dirección y tomó el control remoto. Bajó el volumen cuando te acercaste a ella.
—¿T/n? ¿Qué haces despierta? ¿Por qué no estás dormida?
—Podría preguntarte lo mismo—. Viste su sonrisa caer. —Me desperté con frío y no estabas allí conmigo. Quería ver cómo estabas. Me preocupé un poco por dónde estabas—. La sonrisa de Rosé volvió. Le pareció dulce que quisieras saber cómo estaba, a pesar de que, claramente, estabas cansada.
—Lo siento, cariño. Bajé aquí porque no podía conciliar el sueño. No quería arriesgarme a despertarte, así que bajé. Pensé que me cansaría tarde o temprano y simplemente regresaría a la cama, pero todavía estoy completamente despierta.
Tomaste su mano y besaste el dorso.
—Lo siento. Volvamos a la cama, tal vez te duermas—. Ella estaba vacilante. Claramente, ella no pensaba que se quedaría dormida, pero sabías formas de ayudarla. —Vamos, te ayudaré.
Apagó la televisión y tomó tu mano, permitiéndote llevarla de vuelta a la cama. Te metiste debajo de tu manta y la cubriste con la suya.
—Recuesta tu cabeza en mi regazo—. Le diste instrucciones y Rosé hizo lo que dijiste. Comenzaste a jugar con su cabello y tarareaste su canción favorita en voz baja, creando un ambiente cálido y reconfortante.
No estaba exactamente cansada, pero estaba muy contenta y eso fue suficiente para que sus ojos se cerraran. Giraste algunos mechones alrededor de las yemas de tus dedos, sonriendo ante los suspiros que salían de sus labios.
—Te amo. Realmente no sé qué haría sin ti—. Murmuró y por el sonido de su voz, sabías que estaba a punto de quedarse dormida.
—Yo también te amo, cariño. Que duermas bien—. Besaste la parte superior de su cabeza y esperaste hasta que escuchaste que su respiración se estabilizaba, lo cual sucedió solo un momento después. Te quedaste dormida poco después. Te sentías mucho mejor sabiendo que estaba ta cerca de ti y que finalmente estaba durmiendo como que se merecía.
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Rosé Imaginas - Libro uno
أدب الهواةLibro de imaginas de Rosé con una lectora femenina