Después de pasar las últimas tres horas en la cama, dando vueltas y vueltas solo para darte cuenta de que no te ibas a quedar dormida pronto, te levantaste de la cama y bajaste las escaleras por un poco de agua.
Enredaste tus dedos en tu cabello y luego apoyaste tu frente en la fría encimera de granito, tratando de convencerte de que te sentías cansada o que te quedarías dormida en breve, pero en el fondo sabías que te estabas mintiendo a ti misma.
Estabas cada vez más frustrada. Ahora son más de las tres de la mañana y todavía no estás lo suficientemente cansada para dormir. Pensaste en ir a la sala de estar y poner una película o algo así.
Pero antes de que realmente pudieras pensar qué hacer a continuación, un brazo te envolvió, haciéndote saltar y luego relajarte ante el toque reconfortante de Rosé.
––¿Estás bien?––. Preguntó, mirándote con preocupación. Te preguntaste qué la había despertado, pero demostró que ni siquiera necesitabas preguntar o preocuparte mientras te frotaba la espalda, con la esperanza de persuadirte para que hablaras con ella sobre lo que te estaba molestando.
––Sí. Simplemente no puedo conciliar el sueño––. Ella asintió con la cabeza y luego apoyó la barbilla en tu hombro.
––¿Quieres ir a ver una película o algo? Quizás te ayude a relajarte un poco––. Accediste, dejando que te tomara de la mano y te llevara a la sala de estar.
Incluso si no podías conciliar el sueño, al menos podías acurrucarte con Rosé mientras veías tu película favorita.
Te acurrucaste a su lado. Pusiste tu cabeza en su hombro mientras ella ponía su brazo alrededor de ti y encendía la televisión para poner tu película favorita. La sentiste tirar de la manta del respaldo del sofá para cubrirlas a ambas y solo sonreíste un poco y te acurrucaste más cerca de ella.
Pasaron unos minutos antes de que Rosé comenzara a pasar sus dedos por tu cabello y colocar pequeños besos en tu frente. Al principio, solo te hizo sonreír, pero pronto te ayudó a relajarte.
Cerraste los ojos. El sonido de la película se desvaneció lentamente mientras te dormías con la cabeza en su hombro.
Hace unos momentos, estabas segura de que no te quedarías dormida esta noche. Pero todo lo que se necesitó fue Rosé y su suave toque para adormecerte. Todo lo que necesitabas era su consuelo y sentir el amor que te tiene.
Y cuando vio que te habías quedado dormida, simplemente besó tu cabeza por última vez y volvió a apoyar la cabeza contra el sofá. Dejó que sus propios ojos se cerraran y comenzó a quedarse dormida, no sin antes decirte una última cosa.
––Te amo, T/n––. Murmuró en voz baja y se quedó dormida, feliz de que ahora estuvieras haciendo lo mismo.