Capitulo 10

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SAINT

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SAINT

Veintidós parece demasiado viejo para estar dándole a alguien el tratamiento del silencio. No es que jugara ese tipo de juegos cuando era más joven. Siempre he sido un tipo de vamos-a-discutirlo. Encara tus problemas de frente, no congeles a la otra persona.

Esa es la especialidad de Zee, congelar a alguien.

¿Puede alguien decir "todavía resentido"?

Los dos en realidad no hemos hablado desde que regresamos de correr. En la cena, se había sentado con Pat, poniéndose al día de los últimos años. Luego, Pat golpeó la cuchara contra un vaso de agua y presentó a Zee a los campistas. "El campeón del Frozen Four..." y "segundo lugar nacional por puntos anotados", y "garantizado para ver un poco de tiempo de hielo en Toronto el próximo año".

Los ojos de los chicos a mi alrededor se ampliaron más y más. Se engancharon de cada palabra. Mientras tanto, Zee se había sentado allí esbozando una sonrisa de "Uy, mierda", viéndose arrogante y despreocupado.

Tal vez no es tan despreocupado como se ve, sugiere mi conciencia.

¡Vete a la mierda, conciencia! Estoy ocupado estando enojado aquí.

Ahora estamos en nuestras respectivas camas, pero ninguno de los dos está durmiendo. Todavía uso mi rabia a mi alrededor como la sábana que me cubre. Pero es una capa delgada.

Lo escucho suspirar desde la otra cama y me quedo mirando hacia el techo, preguntándome si ya debería superarlo.

Su voz ronca rompe el silencio.

—Tenía miedo.

Hay un crujido y por el rabillo del ojo veo que él se dio la vuelta en su lado, mirándome en la oscuridad.

—¿Tu? —pregunto—. No sabía que era posible.

—No muy a menudo —reconoce, y resoplo. Hay más silencio, pero finalmente cedo.

—¿Miedo de qué?

—De que te había usado. Y de que me odiaras por ello.

Un suspiro se eleva en mi pecho. Me muevo sobre mi lado también, pero es difícil distinguir su expresión en las sombras.

—Yo nunca podría odiarte, idiota. —Lo considero—. Bueno, a menos que hicieras algo digno de odio, como pasar sobre mi madre con un auto a propósito o algo parecido. ¿Pero odiarte por ser gay? ¿O por darme una mamada sin decirme que eras gay? —Joder, todavía estoy resentido como el infierno de que pensara que yo era capaz de ser tan estrecho de mente.

—Pero no estaba listo para decirte la verdad —admite—. No estoy seguro de que estuviera listo para decírmela a mí mismo. Pero en el fondo lo sabía, y me sentí como una mierda después. Me sentí como, no sé, que me aproveché de ti.

El (ZaintSee/ZeeSaint) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora