CAPITULO 34

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SAINT

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SAINT

Es la cena de domingo en la casa de mis padres en San Rafael, California. Esta vez no la veo por Skype... preparo la pasta yo mismo. He picado una montaña de ajo, varias cebollas y cortado una montaña de aceitunas. Somos diez para la cena de esta noche, nosotros ocho además del esposo de Tammy y el nuevo novio de Jess. Mamá me ha tenido en la cocina durante una hora y media y no estamos ni cerca de estar listos.

Como suele suceder, la cocina es muy terapéutica. Tengo algo que hacer con mis manos y no tengo que mirar a nadie a los ojos.

Llevo en casa cuarenta y ocho horas y mamá me acecha como un tiburón. Es consciente de que algo malo me pasa. Todo lo que le he dicho es que estoy teniendo una crisis con mi carrera. Sabe sobre la entrevista programada para dentro de tres días, la cual entra en conflicto con el hecho de que debo estar en Detroit dentro de seis días.

Todo lo que le he dicho es verdad. Pero no es toda la verdad. Elegir entre dos carreras es algo grande, pero no es ni de cerca tan doloroso como lo que Zee me ha hecho.

Después de esa horrible escena en nuestra habitación, salí para correr. Cinco kilómetros después, Zee se había ido. No quiero decir que fuera por una bebida... se había ido del campamento. Toda su ropa había desaparecido de nuestro armario. Sus artículos de aseo no estaban.

Sus patines no estaban.

Supe sin preguntar que no volvería. Cuando bajé a desayunar la mañana siguiente, el rostro de Pat estaba lleno de lástima. Y cuando le pregunté si estaba seguro de que tenía suficientes entrenadores a mano la semana siguiente para que pudiera irme a Cali, dijo que sí sin siquiera una discusión.

Pero me duele la pérdida de mi mejor amigo-novio o lo que sea. Nunca nos preocupamos por ponerle un nombre. Y ahora nunca lo haremos.

—¡Joder! —maldigo cuando el cuchillo de cocina corta la parte superior de mi dedo.

El cuchillo se desliza de mi mano cuando aprieto el corte.

—Sup. —La voz de mi madre es suave—. Quizás necesites un descanso. —Ni siquiera se preocupa por la palabra con J que dije. Así que debo estar actuando como un verdadero dolor de cabeza—. Déjame buscarte una venda —dice en su lugar.

Dos minutos después, ha cubierto la herida.

—Puedo saltear con una sola mano —ofrezco.

—¿Qué tal si en su lugar me dices lo que te molesta?

Ahora, podría hacer eso. Mis padres ni siquiera se estremecerían con la idea de que me involucre con un hombre. Ambos son hippies de California hasta el alma. Y si Zee y yo nos hubiésemos quedado juntos, lo contaría en un latido. Pero no hay punto en compartir la historia ahora. Sólo estaría comprándome una vida de burlas de mis hermanos. —¿Necesitas saber qué camisa va con esos pantalones? Pregúntale a Saint. Fue gay una vez durante unas semanas—. No puedes simplemente dar ese tipo de información a cinco hermanos a menos que sea relevante.

El (ZaintSee/ZeeSaint) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora