Capítulo 3: El cambio

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A la mañana siguiente no podía esperar a llegar a la escuela. Me levanté muy temprano, saqué la ropa que había comprado un día antes y la comparé con la que hubiera usado comúnmente, el atuendo de monja con la falda larga y el suéter dos tallas más grandes, fueron sustituidos por unos jeans ajustados a la cadera, una blusa blanca sin mangas y una chaqueta de piel negra junto con los converse que había dejado de usar años atrás.

Después de vestirme me miré al espejo y encontré en mis ojos a la chica que antes era. Esa emoción y satisfacción que me inundaba, emanaba por cada uno de mis poros. Ahí estaba yo frente a mí. Me sonreí y me preparé para lo que me esperaba. Jennie no se quedaría con los brazos cruzados y yo tenía que estar lista.

Llegué un poco más tarde de lo normal a la escuela, no porque no quisiera entrar, si no, porque quería que todos me vieran. Al cruzar la puerta todos voltearon a mirarme, pero esta vez no hubieron burlas, ni sonrisas, sólo caras de sorpresa.

De nuevo me sentí satisfecha. Mi cabello ahora era de color negro y corto, gracias al trabajo de Troye. Los amigos de Jennie estaban parados a un lado de la puerta del salón, tenían los ojos tan abiertos que no pude evitar sonreír. Dentro, todos estaban hablando como siempre en sus grupos de amigos; y cuando entré todos guardaron silencio. Me veían expectantes y sorprendidos.

Jennie se levanto de su lugar, su cara no era de odio, ni de sorpresa, parecía... no sé arrepentida tal vez; cerró los ojos y aparto su mirada. Se mordió los labios y así como se había levantado de golpe volvió a sentarse. Me volvió a ver y le soporté la mirada, pero agacho el rostro de nuevo. "Genial, veme, ya no te tengo miedo".

Troye se levantó de su lugar y me llamó con la mano. Al pasar junto a una chica que no conocía muy bien comenzó a aplaudir.

—¡Bien Manobal!— gritaba y sonreía.

Varios chicos hicieron lo mismo, se levantaron y siguieron aplaudiendo. Yo solo sonreí.

—Muy bien Manobal. Has causado sensación ¡eh!

—Calla, segundo paso hecho .

—Espero que no se vuelvan a meter contigo, si no, vamos a tener que tomar medidas más drásticas.

—¿A qué te refieres con más drásticas?

—Hum, no sé, aún no lo eh pensado, pero eso que escuchaste en el baño nos puede servir de mucho, ¡hay amor! definitivamente eres mi obra de arte.

—La verdad es que si, eres bueno en esto, y ya te lo había dicho.

—Lo sé, lo sé. Oye ya viste al chico rubio del salón de al lado, esta guapísimo.

—Te escuchas tan gay cuando hablas así.

—Hay amiga te informo que no solamente me escucho, ¡Lo soy!

Troye siempre me hacía reír.

—Me encanta como te quedo el cabello, lástima que no me lo puedo pintar si no ya te estaría haciendo competencia.

—Seguro te verías muy bonita.

—Hay amor, yo, ¡ya soy bonita!

—Sí, sólo te faltan un par de cosas y entonces si me harás competencia.

—No te creas tanto, me voy a poner celoso de todos los idiotas que te siguen mirando.

—Cálmate, sabes que tú eres mi mejor amigo y gracias a ti salí del hoyo en el que estaba.

—Calla o me harás llorar.

El profesor entró y todos tomamos nuestro lugar; durante la clase sentí como volteaban a verme y Troye de vez en cuando me abrazaba orgulloso. Inclusive el profesor me miró como intentando reconocerme.

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