Capítulo 10: Malas noticias

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A medio día creí que las cosas no podían estar peor, mi confusión iba aumentando al igual que mis sentimientos hacia Jennie. El corazón se me partió en dos; seguía queriendo a Sana, pero Jennie se colaba lentamente abarcándolo todo.

Me sentí frustrada por desearla y no poder tenerla; quería ser fiel a mi promesa de amar a Sana para siempre, pero Jennie provocaba cosas que no creí que fueran posibles; y no quería sentir lo que estaba sintiendo por ella, pero no podía evitarlo; el amor no es algo que puedas evitar; me enamoré de la persona de quien menos quería.

Escuché los pasos de Jennie acercarse a mi habitación. Su sombra se proyectaba por debajo de la puerta, se detuvo un momento y luego dio media vuelta para retirarse. Algo dentro de mí gritaba que saliera y me lanzara a sus brazos, pero no me lo permití. Me recosté de nuevo en la cama y me quedé dormida.

Cuando desperté un par de horas más tarde encontré una nota en el suelo frente a la puerta. La levanté y por un momento me asustó la idea de que Jennie se marchara y me dejara sola en aquella cabaña.

Lisa:

Seria un honor para mí que aceptarás compartir la cena de noche buena conmigo, sí aceptas te espero a las 8:00 pm en el comedor.





Atte.— Jennie

Hice la cuenta de los días, y sí, era noche buena. Sonreí ante la ocurrencia de hacer una invitación formal, me pareció lindo.

Todo eso había comenzado por una apuesta en donde las dos nos estábamos arriesgando; pero el verdadero juego estaba comenzando y enamorarse significaba perder, y yo ya estaba perdiendo.

Entré al baño para ducharme; el contacto con el agua me ardió, sentí el calor subir a mis mejillas al recordar sus uñas clavadas en mi espalda.





—¿Qué estas haciendo Manobal?— me dije cerrando los ojos y dejando que el agua tibia recorriera mi piel. “¿Por qué no son sus manos?” Me asustó lo que estaba pensando y salí corriendo del baño, como si el agua fuera ella metiéndose de nuevo en mi piel, nunca había deseado a nadie de esa manera, no iba aguantar estar a solas con ella y no tocarla. Cuando entré a la recamara encontré de nuevo la comida sobre el buró.

Oscureció muy rápido y cuando me percaté ya estaba sentada en el comedor esperando a que Jennie saliera de la cocina. Eran las 8:40, tardé mucho en decidirme a bajar.

—Hola.

—Hola— respondí

Jennie traía un plato con la cena y una botella de vino tinto.

—Creí que no bajarías.

—Yo también lo creí.

—Ya sirve el teléfono, por si quieres llamar a tus papás.

—En un rato los llamo.

Puso el plato sobre la mesa en mi lugar.

—¿Pizza?— Pregunté viendo el contenido.

—No compramos pavo, y no se me ocurrió otra cosa, sólo hay pizza congelada.

Sonreí y ella fue por otra porción a la cocina.

—Es una extraña combinación, pero sabe bien— dijo ella.

—Sí, es extraño; pero eso lo hace encantador.

Extendió su copa hacia mí esperando que yo hiciera lo mismo

—¿Por qué brindamos?— pregunté complaciéndola

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