Capítulo 9: Miedo

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—¡Cómo odio a Troye!— dije para mi misma.

Llevábamos tres horas de camino y ya me estaba arrepintiendo de hacerle caso.

—¿Segura de que sabes como llegar?— preguntó Jennie sin despegar su mirada de la carretera.

—Sí, ya te dije que sí.

—Pues, según yo, ya deberíamos de haber tomado la desviación.

—No presiones, ya ves, apenas vamos a llegar— Señalé el letrero que anunciaba la desviación hacia el lago. Me quité el cinturón de seguridad que comenzaba a asfixiarme junto con la enorme chamarra que llevaba.

No sé como me dejé convencer, pero ya estaba en camino a lo que pensaba serían los peores días de mi vida. Las semanas anteriores me había encargado de hacerle la vida imposible a mi acompañante; humillaciones, malos tratos y burlas de mi parte habían logrado hacerla llorar en más de una ocasión; pero no entraré en detalles, aún me causa vergüenza saber que podía ser tan cruel. Estábamos a punto de llegar cuando una tormenta de nieve nos alcanzó. Apenas podía ver a través de la ventana.

—Baja la velocidad— le dije en tono autoritario.

Jennie sólo se aferró al volante y no dijo nada, creo que a esas le causaba miedo contestarme. A ella también le costaba trabajo moverse por el abrigo que llevaba, pero hacía un frío endemoniado.

Puse la radio para disolver el silencio que ya me tenía harta, pero a causa de la tormenta sólo se escuchaba estática, la cual era peor; Jennie fue quien lo apagó. Los minutos pasaban lentamente, y realmente me estaba poniendo de malas, a ese ritmo jamás llegaríamos.

No supe de donde salió, ni que fue; pero algún desgraciado animal se nos atravesó. Jennie trató de mantener el control del auto pero este seguía su propia voluntad, no íbamos muy rápido pero el hielo en el asfalto hacía patinar las llantas. Ella se agarró fuerte y puso cara de horror cuando se dio cuenta de que yo ya no traía el cinturón de seguridad. El auto se salió de la carretera y nos lanzó en picada contra un árbol. Vi como Jennie se abalanzó contra mí y me abrazó, interponiéndose entre el tablero del auto y mi cuerpo, protegiéndome.

No había cámara lenta como en las películas, todo sucedía muy rápido, sólo sentí un impacto contra mi cabeza y después de eso todo era oscuridad. Me desmayé.

Cuando abrí los ojos maldije mi suerte, dos en menos de una semana. No sabía dónde me encontraba. Estaba tendida en una cama con un par de cobijas encima de mi. Por la ventana pude ver que seguía nevando. Jennie entró a la habitación con un recipiente lleno de agua.

—¿Te encuentras bien?

—¿Qué paso?— fue lo que respondí, aún me sentía desorientada, me dolía la cabeza y tenía moretones en los brazos.

—Te desmayaste, el auto quedó inservible
.

—¿Cómo llegue aquí?

—Te traje yo. No estaba tan lejos y te cargué.

Jennie dejó el recipiente en el buró y se sentó a un costado de la cama pero evitaba mirarme a los ojos.

—¿Te duele algo?— preguntó con culpa en la voz.

—No— Respondí aunque era mentira.

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