Capítulo 11: Despedida

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Mi abuelita era muy importante para mí y no quería decirle adiós. Mi mirada estaba perdida en algún sitio del otro lado de la ventanilla, y mis pensamientos eran una enredadera entre los besos de Jennie, mi abuela y Sana.

Cuando yo tenía seis años, mis papás trabajaban todo el día, por lo que yo me quedaba en casa de la abuela. Ella era como mi segunda mamá, cuidándome y revisando que hiciera la tarea; pero era más como una amiga a la hora de jugar o contarle mis problemas. Cuando nos mudamos lloré mucho por dejarla ahí; pero el trabajo de mi padre nos llevaba lejos y no había nada que yo a mi corta edad pudiera hacer.

Entré corriendo al hospital. Mi madre estaba sentada en la sala de espera junto a mi papá que no paraba de llorar.

—Lisa— me llamó cuando me vio pasar cerca de ellos.

—¿Cómo sigue?— pregunté después de abrazar a papá.

—Igual hija— respondió él.

—Quiero verla.

—Te acompaño— dijo mi madre.

Cuando entramos a la habitación el alma se me fue hasta los pies; el verla postrada en una cama de hospital me destrozó.

—Minnie, Lisa ya esta aquí.

Mi abuela abrió lentamente los ojos y sonrió al verme. Minnie Manobal era muy parecida a mí, con los ojos hermosos que yo conocía. En sus manos se marcaban los huesos y las arrugas llenaban su piel, se veía frágil y cansada.

—Hola pequeña— dijo quitándose la mascarilla de oxigeno.

Mientras respiraba se escuchaba un silbido que me dejaba helada. “¡Debí haber venido antes!” me reproché.

—Hola abuelita— Apenas y podía contener las lágrimas.

—¡Qué bonita te ves!— dijo viendo el color de mi cabello.

—Las dejo solas— dijo mi madre y salió de la habitación.

Me senté en un silla a un lado de la cama y tomé su mano.

—Tienes que ser fuerte— le dije.

—Y lo soy ¿o lo dudas hija?

—No, claro que no abuelita.

—El que me tenga que ir no significa que sea débil, y si yo me voy tú tienes que mantenerte igual de valiente que siempre.

—Abuelita no…

—Lisie, yo ya estoy vieja; mi cuerpo ya no aguanta como antes, pero antes de irme quería verte y decirte que no importa lo que pase, tú siempre tienes que salir adelante. Eres una Manobal, fuerte y valiente, puedes llegar a donde tu quieras. Te quiero mucho y estoy orgullosa de ti hija.

En ese momento me desmoroné, lloré como una niña pequeña y me aferré a su mano; me acarició el cabello con la otra como lo hacía cuando era pequeña.

—Shh, tranquila, vas a estar bien, y yo siempre voy a estar contigo.

—Pero no me vas a poder abrazar.

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