La dueña de todo mi ser

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Mi insomnio desapareció. Había lidiado toda mi vida con no poder dormir bien, pasaba mis noches despierto haciendo cualquier cosa e intentando poder conciliar el sueño.
Aveces dormía 2 horas, 4 horas o simplemente la mayoría del tiempo no podía dormir nada, era una de mis mayores torturas. Y otra de las razones por las cuales mis amigos me decían "el anciano".

Mis ojeras llegaban a parecer que era un viejo de aproximadamente 70 años que trabajo la mayoría de su vida como vigilante, un pensionado ya, el cual no lograba dormir sus 10 horas de sueño como cuando era joven, producto de el consumo excesivo del café para poder cubrir sus turnos. La mejor descripción a mi situación según mis pesados amigos "que patético".

Por alguna razón que no entiendo, conocer a Mariana me libro de todos mis problemas, del estrés, el cansancio que tenía día a día y la poca motivación que había en mi vida. Es algo que aún no sé cómo explicar con palabras, en un simple resumen, ella llegó a mi vida a calmarlo todo. Mariana solía dormir temprano, decía que lo más importante era dormir muy bien y era chistoso porque yo no conseguía hacerlo. Ella nunca se olvidaba de darme las buenas noches y eso me tenía totalmente fascinado. Nunca me salió decirle que yo sufría de insomnio, ni que desde el primer día que hablamos poco a poco pude dormir como un bebé más de 6 horas y que la mayoría de mis sueños se trataban sobre ella.

Mariana se estaba ganando mi corazón, rondaba entre mis pensamientos casi que de seguido, se estaba convirtiendo en la dueña de todo mi ser. Pero yo no quería enamorarme, nunca me había hido bien en eso, tenía muchas cicatrices de relaciones pasadas que aún no había podido sanar del todo. Quería sanar cada una de esas heridas para que Mariana pudiera apreciar la mejor versión de mí, sé que solo ella lo hubiera merecido. Aunque, aveces reprimía mis sentimientos, por otro lado muchas veces sin darme cuenta se me notaba lo mucho que Mariana me encantaba.

Y como no, con su preciosa sonrisa, su cabello castaño algo corto con unos rizos que me volvían loco. Sus hermosas pestañas que causaban en su mirada dulzura, sus labios rosados perfectos, su piel blanca la cual se notaba muy suave, y lo era, era muy suave. No había nada que no me encantará en ella, admiraba de ella que no tenía miedo a ser quien era, no tenía miedo a los comentarios de las demás personas. Mariana era fuerte, muy fuerte, solía decir que podía sola aunque el agua estuviera apunto de ahogarla y estuviera tan cansada que sintiese que ya no podía aguantar más.

Y lo hacía, se salvaba, ella podía hacerlo sola y me sentía totalmente orgulloso de lo capaz que era. En mi vida he conocido a muchas personas, tantas que nisiquiera lo recuerdo ya, pero ella, Mariana entre todas esas personas destacaba y no habría nadie que se comparara con su brillo y su manera única de hacer que las personas se sintieran seguras con ella. No sé si la conocí completamente, pero estoy seguro que hasta su faceta más desagradable me hubiera encantado.

Quería verla, abrazarla, tenerla entre mis brazos, decirle lo mucho que me gustaba y la quería. Para mi pésima buena suerte, estaba muy atareado en la escuela, bueno, en realidad, los dos lo estábamos. Era el último año escolar para los dos, por ello apenas y teníamos tiempo para hablar, siempre intenté sacar algún tiempo de mi rutina diaria para poder hablar con ella y me encantaba ese espacio de mi rutina, a pesar de que a veces no fuera tan largo.

Tenía pensado ir a verla algún día de sorpresa, por eso estaba intentando salir rápido de todos los trabajos que tenía en la escuela, pero aún no sabía cuándo sería el día. Con el pasar de las semanas por más que intentaba desocuparme, sentía que los problemas y mis trabajos aumentaban aún más. Pero a pesar de eso nos sentíamos muy bien, ella era mi refugio, ese lugar donde podía ser yo mismo sin que nadie me juzgara, podía contarle mis problemas, mis malos días o la felicidad que sentía por cualquier cosa increíble que me hubiera pasado y ella encantada solía escucharme, tan concentrada que sentía que se perdía entre cada una de mis palabras.

Nunca nadie recordó todas mis anécdotas como constantemente lo hacía Mariana.

La sonrisa de marianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora