La ira que sentía por su descaro

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No supe casi nada de Mariana desde que me alejé, pero seguía pensando en ella, y eso me jodía, porque seguía con la incógnita de querer saber por qué no fue sincera conmigo. Me olvidaba de el tema centrándome en mis trabajos de la escuela, despejando un poco mis pensamientos saliendo cada fin de semana con mis amigos o jugando fútbol acompañado y en otros casos solo.

En ese tiempo conocí a muchas personas, socializar ya no me era para nada complicado, mis amigos estaban felices de que ya no tenían que suplicarme por horas para que accediera a ir a otro lugar que no fuese un pequeño parque en el que me gustaba jugar fútbol por las noches. Pero yo no estaba bien, estaba totalmente estresado, parecía y hacía pensar que estaba muy bien, pero en mi interior todo mi ser era un caos.

Mi corazón solo pedia a gritos que Mariana volviera conmigo. Muchas veces quise dejar mi orgullo y llamarla, decirle que no me importaba nada y que lo único que quería era que estuviéramos juntos. Pero nunca me atreví a hacerlo. En ese mes, una semana después de que me alejé de Mariana, fue uno de esos días en los que me encontraba solo jugando fútbol en aquel parque, cansado y lleno de sudor, me tiré al piso a contemplar las estrellas, descansaría un poco antes de irme a mi casa porque ya era muy tarde.

Mi teléfono sonó a lo lejos en una de las gradas, supuse que sería un mensaje de mi madre porque ya me había pasado de mi hora de llegada y tal vez estaría preocupada por mi. Pero no fue lo que me imaginé, el mensaje era de Mariana, ella no se sentía bien, me habló como si nada hubiera pasado y yo no pude controlar la ira que sentía por su descaro.

Le hablé como si no me importara su regreso en lo más mínimo, cuando en el fondo estaba hecho pedazos y solo quería decirle que la amaba. Pero mi ser no me permitió tirar mi orgullo al suelo y estuvo mal lo sé, a pesar de todo, yo sé, que no debí ser así, pero me dejé cegar por mi dolor.

Y así durante ese mes ella volvía de vez en cuando y de cuando en vez, pero mi orgullo seguia intacto, no lograba bajar la guardia y no lo haría hasta que ella me diera una explicación por la cual se fue, aunque yo ya la supiera. Siempre contesté sus mensajes porqué no podía aguantar las ganas que tenía por aunque sea saber cómo estaba, respondía indiferente y algo seco, pero solo así fue como pude manejar la situación porque ni siquiera sabía qué hacer.

Hasta que un día, recuerdo que yo estaba en una fiesta con mis amigos, de repente mi móvil sonó y al mirar la pantalla pude notar que la llamada tenía el nombre de Mariana. Como pude sali corriendo y esquivando rápidamente a toda la gente, salí de la fiesta para poder contestar tranquilo. Nisiquiera lo noté, pero mi cuerpo inmediatamente movió mis dedos hacia la pantalla de mi celular para contestar, fue un impulso que no pude controlar, es como si mi cuerpo me hubiera ordenado que debía hacerlo.

Escuché su voz, su dulce y tan hermosa jodida voz, mi corazón latía muy rápido, las manos me temblaban y lo único que me salió fue decir "hola", después de eso, ella comenzó a hablar, yo me sumi en un profundo silencio solo para escucharla a ella y no pausar ninguna de sus palabras con preguntas tontas. Me dijo que me extrañaba, me pidió disculpas y la sentí casi llorando, pero ella en ese momento no me contó el porqué de sus disculpas. Una lágrima resbaló por mi mejilla cuando ella con la voz entrecortada me dijo: -te amo Nicolás-.

Me controlé, no quería que supiera que yo también la amaba, primero había que aclarar muchas cosas antes de que yo por mis tontos impulsos me tirara a sus brazos y me ahogara en ella, no podía hacerlo, no sentía que estuviera preparado para eso.

Deje que ella pudiera tranquilizarse y tomar un poco de aire y empeze a hablar, le reproché que me había enterado que ella estaba conociendo a otro chico y ella lo acepto, porfin supe la verdad, estaba aún más furioso y dolido pero debía dejar que ella me explicara. Me contó lo mal que la estaba pasando, que pensó que ese chico arreglaría sus problemas y que según, todo estaba bien, pero ella no no se sentía bien con la decisión que había tomado y a pesar de que ese chico supiera que ella no estaba enamorada de él, ella sabía que lo que estaba haciendo no era lo correcto, ni para ella, ni para mí, ni para nadie.

Acepté sus disculpas, yo confiaba en ella, no podía ser tan duro con Mariana, sabía que me estaba diciendo la verdad, pero yo cambié, no quería que me lastimara de nuevo y a pesar de que no fuera esa su intención yo aún no quería bajar la guardia.

El decirme constantemente que la había olvidado era mi terapia, pero en el fondo era una vil mentira. Mariana seguía ahí en mi corazón, vivía en él, era su lugar, era solo y plenamente suyo.

La sonrisa de marianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora