Estaba profundamente enamorado de Mariana

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Mi madre estaba de cumpleaños ese día, mi hermanito y yo le preparamos un día lleno de sorpresas para que se relajara un poco, hicimos de ese día especial para ella, se lo merecía después de lo duro que había trabajado esos meses y ya necesitaba un día para descansar. Como todos los años la llevamos a un restaurante muy lindo, nos encantaba ese lugar y no solo porque su comida fuera extremadamente deliciosa, si no porqué en ese lugar mis padres se conocieron. Desde entonces todas las fechas importantes las celebraban y las seguimos celebrando allí.

La pasamos muy a gusto ese día, nunca vi tan feliz a mi madre en su cumpleaños desde que mi padre se fue y eso estoy seguro que era el regalo más lindo que la vida me podría haber dado. Mientras mi hermano dormía, mi madre y yo terminábamos el día con una de nuestras charlas matutinas, sentados en el jardín, en unas pequeñas bancas de madera mirando las estrellas, acompañando la brisa fría de la noche con un chocolate caliente y unas deliciosas galletas de vainilla.

Aproveché la velada tan espectacular que teníamos para contarle a mi madre sobre Mariana, ella aún no estaba enterada y se molestó un poco porque siempre suelo contarle cuando una chica me gusta. En el caso de Mariana no lo había hecho porqué conforme la hiba conociendo, me daba cuenta que era la chica que quería presentarle a mi madre, la primera chica que le presentaría y para eso, quería seguir conociendo cómo era el ser de Mariana.

Le conté a mi madre como la conocí, cómo me hacía sentir, en resumidas palabras, le conté todo con lujo de detalles y también todo lo que había pasado los últimos meses. Me escucho muy atenta, me miraba tan raro, se notaba que quería molestarme por lo cursi y tonto que me veía hablándole de Mariana, es que en realidad si me veía muy patético, a veces titubeaba y otras veces me quedaba mirando a lo lejos con cara de tonto pensando en lo cursi que había sido. Mi madre solo aguantaba la carcajada porque sabía que me molestaría si se reía y no le seguiría contando. Esa noche le confesé a mi madre, que estaba profundamente enamorado de Mariana.

La mañana siguiente me levanté muy feliz, había tomado la decisión la noche anterior, esa mañana le confesaría a Mariana todos mis sentimientos hacia ella. Pero, antes de que yo pudiera escribirle todo lo que tenía para decir, ella me envió un mensaje que me sorprendió mucho, su mensaje decía: -No sé cuándo podré ir de vacaciones, así que creo que lo mejor es que dejemos lo que tenemos hasta aquí-. No sé qué sentí en ese momento, me quedé estático mirando la pantalla de mi celular, no sabía qué decirle ni qué hacer, no quería llorar, pero las lágrimas empezaron a caer en mis mejillas como cataratas y por más que lo intentaba no podía hacer que pararan.

Después de un rato me tranquilicé, acepté su decisión, pero no me atreví a responderle, no quería verme tonto, no quería que ella sintiese que yo estaba siendo débil ni que me tuviera en la palma de su mano y a pesar de que no fuese así, sobre pensé mucho las cosas. En el fondo sentía que ese mensaje no había sido por no saber cuándo vendría, pero no iba a hacer esas preguntas que ni siquiera sabía si ella respondería, le di su espacio y aunque me dolió me alejé.

No tenía miedo a confesarle lo que sentía, hubiera sido capaz de confesarle todos mis sentimientos antes de alejarme pero "miedo" no fue mi obstáculo, mi verdadera razón era que sentia que si lo hacía ella no correspondería a mi sentir, no estoy seguro si lo imaginé mal, pero en ese momento sentí que el sentimiento no iba a ser mutuo. Ya no tenía caso hablarle de mis sentimientos, me tocó reprimirlos y guardarlos en lo más profundo de mi corazón. No quería que se quedara conmigo por lástima, quería que se quedara porque en realidad si quería estar conmigo.

En los pocos días que pasaron me enteré cuál fue el motivo por el cual Mariana decidió que no podíamos seguir en lo que estábamos. Estaba molesto por todo lo que me enteré, quería llamarla, quería que me explicará ella misma porque lo hizo, al menos me merecía una explicación. No quería creer en segundas partes, pero todo estaba muy claro y era inevitable no creerlo. Pero aún así quería escuchar su versión de los hechos.

La sonrisa de marianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora