Le escribí una carta

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Estaba sentado en la mesa del comedor intentando hacer un trabajo de la escuela, de esos que por más que los sigues leyendo no logras entender. Estaba desesperado, tanto, que le pregunté a mi madre si podría ayudarme y ella intentó hacerlo, pero tampoco pudo entender nada, al igual que yo. Estaba a punto de rendirme, me moje las manos y las pase por mi rostro en repetidas veces para intentar concentrarme, pero estaba tan cansando que sentía que me iba a explotar el cerebro.

Me rendi, dejé el trabajo a un lado y se me ocurrió escribirle a Mariana a ver si despejaba mi mente por algún rato. Luego lo leería otra vez más relajado e intentaría poner más atención para poder comprender el texto, talvez me arrancaría los cabellos intentándolo de nuevo pero era mejor descansar un rato antes de volver a desesperarme otra vez.

En cuestión de segundos mi cara de desesperación se fue desvaneciendo y en lugar de eso una sonrisa de oreja a oreja me invadió. Mariana me dió la noticia de que vendría de visita pronto en su cumpleaños, el día porfin llegaría y estaba seguro de que sería el mejor día de mi vida. Estaba tan emocionado que hice una lista de lugares donde la llevaría mientras ella estuviera aquí, tengo que admitir que lo que más me emocionaba era qué pasaría mucho tiempo con ella.

Quería sorprenderla con un regalo de cumpleaños que poco a poco fui construyendo, con sus colores favoritos, sus dulces preferidos, las flores que más le encantaban y muchas otras demás cosas que sabia que le gustarían mucho. Incluso le escribí una carta. Una carta en la que expresé todo lo que sentía por ella y que ese día en el que llegara se la entregaría.

Quería que su cumpleaños fuera especial y no dudaría en intentar hacer de todo lo que estuviera a mi alcance para que fuera así. Pero días antes de su cumpleaños, la sentí muy preocupada o angustiada por algo que no estaba segura si debería contarme, pero pude convencerla en hacerlo. Su padre había sufrido un accidente, no era tan grave, con el paso de los días fue mejorando, después de una semana llegó el día del cumpleaños de mariana.

Ella no pudo venir a ver a su padre ni pasar su cumpleaños aquí, no me explicó las razones pero si me contó que tenía problemas con su madre. Ese día intenté hacerla reír y que se olvidara de todo el caos que había a su alrededor, no sé si pude lograrlo, creo que lo hice, pero ella nunca me lo dijo. Su regalo se quedó guardado en mi closet esperando el día en que ella llegara a buscarlo, otra vez, no sabía cuándo sería ese día.

Ya casi le darían de alta a su padre, esa semana ella la estaba pasando muy mal, esa situación había afectado su relación con su madre, su rendimiento académico y ya no reía tanto, algo que era muy raro en ella. Porque se que ella no se daba cuenta pero siempre estaba sonriendo, no sé cómo lo hacía, parecía que todo el tiempo todo a su alrededor estuviera en constante calma, a pesar de no ser así.

Yo aprendí eso de ella, pude aprender que la mejor medicina para los problemas y la tristeza era una buena y dulce sonrisa. En realidad Mariana me enseñó muchas cosas, aveces creo que sí logro tener una de mis mejores facetas, fue una faceta que ella consiguió crear en mí, y era algo que nisiquiera yo sabía que podía lograr.

Antes de conocer a Mariana no sabía cómo expresar mis sentimientos, en base a eso era la razón por la cual mis relaciones nunca habían funcionado. Solía ser incluso más cerrado y con menos amigos que ella. Y a pesar de que Mariana no fuera muy sociable era muy espontánea a veces siento que me regaló un poco de su espontaneidad. Me enseñó a tener responsabilidad afectiva con las personas que me importaban, me enseño sobre la empatía, aprendí a sanar mis heridas por si solo y lo estaba poniendo en práctica.

Me ayudó a rebuscar entre mi ser y poder encontrar poco a poco cuál era la motivación de mi vida.

La sonrisa de marianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora