LA DEUDA.

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La noche se ha presentado en todo Nueva York, y con ello mi trabajo nocturno. Entro a las 7:00 PM y salgo a la 1:00 AM. Me encargo de la pequeña barra. Esté trabajando tiene sus ventajas, mientras yo estoy sirviendo los tragos me entero de uno que otro chisme.

Eso me mantiene distraído un poco mientras hago lo que tengo que hacer. Casi siempre vienen señores a los cuales sus esposas les han sido infieles. Es una pena el ver cómo se ahogan en el alcohol.

Termino de limpiar los vasos sucios y después los coloco con mucho cuidado en su respectivo lugar. Sirvo algunos tragos a los señores que tengo en la barra y así sucesivamente. Es un ciclo algo fastidioso, pero trabajo es trabajo y necesito hacerlo por mi mamá.

—¿Eres tú Jayden Russell? —escucho un hombre a mis espaldas.

Dejo de limpiar los vasos y doy la vuelta.

—¿Disculpe?

—Pregunte que si eres tú Jayden Russell, el hijo de Richard Russell —dice el desconocido.

Es un hombre alto, de pelo negro y lleno de tatuajes. Da mucho miedo, de verdad.

—Si, soy yo... ¿Quién es usted?

—No importa quién soy yo. Lo importante es lo que he venido a buscar —toma asiento frente a la barra.

—¿Y qué es lo qué desea conmigo?

—Contigo nada, pero con tú padre si deseó algo —dice —. Tú padre tiene una deuda muy grande con mis jefes.

—¿Deuda?

¿De verdad dijo deuda?

—Y tú padre no ha sido lo suficientemente hombre cómo para darnos la cara y pagar. Se nos esconde cómo un niño asustado. Y eso no les está gustando para nada a mis superiores.

—Yo no sabía nada.

—Eso lo tengo claro. Tú padre desdé hace meses ha estado pidiendo dinero prestado. Todo se ha ido acomulando hasta hacer que mis jefes se molestarán. Ya no están dispuestos a seguir dando dinero a ese tonto que tienes por padres. Mis jefes quieren lo que les pertenece, por eso he vendido contigo, para que le digas a tú padre que no importa cuánto se esconda, de nosotros nadie se libra tan fácilmente —hace su saco negro aún lado y me deja ver una arma de fuego

Trago saliva y empiezo a sudar frío.

Eso definitivamente ya no me está gustando.

—¿D-de cuánto es la deuda?

—Cincuenta mil dólares.

Tierra tragame.

—¿Cincuenta mil? ¿Está hablando en serio?

—Nosotros jamás decimos ni un chiste, niño bonito —responde él —. Dile a tú padre que tiene hasta el fin de mes para darme el dinero completo. Si no lo hace, se va a arrepentir toda su miserable vida.

El hombre se pone de pié, da la vuelta, camina hacia la salida y se retira del bar.

Dios, justo cuándo pensé que las cosas no se podrían poner peor pasa esto.

Cincuenta mil dólares ¿De dónde demonios vamos a sacar todo ese dinero?

Mierda, mierda.

¿Qué se supone que haré ahora?

¿Por qué carajos papá no dijo nada?

¿Y por qué pedía dinero prestado?

Todo esto hace que me duela la cabeza.

Salgo de la barra y voy hacia dónde se encuentra King, el dueño del bar.

—King, tengo un favor que pedirte —llego a él —. Me acaban de llamar de casa, al parecer algo está pasando y necesitan que vaya ahora mismo para allá ¿Me puedes dar permiso?

—Pero ¿Qué pasó? ¿Todo bien con tú madre?

—No lo sé aún ¿Puedo salir?

—Si, si. Anda ve a casa chico. Lorena se hará cargo de tú turno por hoy.

—Gracias King, eres el mejor jefe de todos.

Me doy prisa y salgo del bar para comenzar el camino hacia mi departamento.

Estoy asustado y enojado al mismo tiempo, siento que en cualquier momento voy a perder la maldita cabeza. No puedo creer esto de mi padre.

¿Por qué demonios se metió con esa clase de personas?

Tranquilo, tengo que controlarme. No puedo llegar alterado a casa, mamá no se tiene que enterar de esto. Si lo hace entonces se pondrá más mal de lo que ya ha estado.

Después de unos minutos llego a mi casa, abro la puerta y me encuentro con papá sentado frente a la maldita televisión.

—Llegas temprano ¿Qué te ha pasado? Tú madre ya se encuentran dormida ya que le dolía un poco la cabeza —me dice.

Camino hasta él y le bloqueó la vista al televisor.

—Pasa que mientras estaba en el bar un viejo amigo tuyo me hizo una visita —digo —. Un hombre lleno de tatuajes y con una maldita pistola.

La cara de papá se pone muy blanca.

—Me dijo que tú les has estado pidiendo dinero prestado a sus jefes desdé hace tiempo. Tiene una deuda muy pero muy grande ellos que quieren que saldes ya. Les debes cincuenta mil dólares ¿Tienes idea de lo que esa cantidad de dinero representa para nosotros?

—Jay yo...

—¿Para qué les pedías dinero? Dudo mucho que haya sido para mamá. Ya que yo me hecho cargo de absolutamente todo.

—Hijo...

—¿Fue para tus borracheras? ¿Verdad?

Él se queda callado. Más claro, ni el agua.

—No puedo creer esto. En vez de ayudarnos nos hundes más papá —le digo.

—Lo siento.

—¿Lo sientes? No me basta con que lo sientas. Esos sujetos quieren su dinero al fin de mes. Y si para ese entonces no se los damos temo que no vamos a llegar a Navidad.

—Jay te prometo que lo voy a solucionar —se levanta del sofá.

—¿Y cómo lo vas a hacer?

—No lo sé, pero lo arreglaré. Te lo juro hijo.

—Pues eso espero, por que yo no me voy a hacer responsable de tus tonteras está vez. Me he cansado papá. Ya no pienso salvarte más, está vez tú resuelves tus tonterías.

Él baja la mirada.

—Si no fueras mi padre te arrojaría ahora mismo por la ventana.

—Todo se arreglará.

—Pues comeinza a hacer lo que sea que vayas a hacer. Pero esto lo tienes que arreglar.

—Así será.

Me voy de la sala y entro a mi habitación solo para tirarme sobre la cama.

Dios, mi sangre está cómo un mar de lava ardiente ahora mismo.

No puedo creer que me esté pasando esto.

¿Por qué tuve qué tenerlo a él cómo padre?

¿Qué mal estoy pagando con él?

CameronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora