CAPÍTULO 1. Los preparativos.

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Ha pasado mucho tiempo desde entonces pero aún recuerdo casi todos los detalles de aquel fin de semana de abril en el que decidimos ir de acampada al lago Cove como solíamos hacer desde hacía varios años. Aunque aquella sería la primera vez en la que no nos acompañara un adulto. Siempre nos había llevado mi padre o el de Helen. Pero esta vez iríamos solas... y con chicos.
Formábamos un grupo bastante heterogéneo, tres chicas y cuatro chicos. Éramos compañeros desde la Primaria y habíamos hecho casi todo juntos, celebración de cumpleaños, fiestas de fin de curso, excursiones con el colegio, etc.
Anne, Helen y yo éramos las chicas que casi siempre ideaban los planes que luego ejecutarían ellos. En esta ocasión iríamos desde el pueblo al lago en bicicleta, unos ocho kilómetros, lo que nos llevaría unos cuarentaicinco minutos aproximadamente, y acamparíamos hasta el mediodía del domingo, luego regresaríamos a casa.
Los chicos eran Anthony, Michael, Peter y Josh. Ya os los describiré más adelante. Cada uno de ellos tenía sus particularidades, aunque Anthony, sin duda, era el más guapo. También ejercía de líder, o eso pensábamos todos.
La salida sería al Parque Nacional de Ozark, una reserva natural de casi medio millón de hectáreas con un gigantesco lago de agua dulce y cristalina que se llena de gente casi todos los fines de semana. Cuenta con innumerables riachuelos, cuevas y pantanetas en las que refrescarse durante los calurosos días de verano.
Sin embargo, pronto surgieron los problemas, los chicos no querían ir en bicicleta sino en moto.
- ¡Pero cómo vamos a ir tan lejos en bicicleta!- dijo Anthony echándose las manos a la cabeza y mirando al resto como si estuviésemos locas.
- No está tan lejos Antho, tardaríamos poco más de media hora. Son ocho kilómetros.- le respondió Anne con naturalidad.
- Sería mejor que fuésemos en las motos. Además podríamos llevaros- continuó Anthony, que no estaba por la labor de pedalear mucho.
-No necesitamos que nos llevéis. Yo también tengo moto y mucho mejor que la tuya -le espetó Anne que empezaba a cansarse de la discusión.
- El caso es poder movernos luego por el parque, hacer alguna ruta en bicicleta, explorar nuevos caminos.- intervino Helen que solía ser bastante conciliadora.
- No lo sé, creo que tengo la bicicleta pinchada, hace mucho que no la cojo.- siguió Anthony, que no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.
- Habrá que arreglarlas y ponerlas a punto.- dijo Michael zanjando la cuestión y admitiendo la rendición.
Esta fue una de las discusiones, pero no la última, ni la más importante.
Pocos días después, en el instituto tuvimos otro encontronazo con los preparativos. Los chicos querían llevarse una barbacoa para hacer carne a la brasa en medio del bosque y comprar cervezas.
A la hora del recreo nos reunimos en la cafetería y Peter comenzó enumerando algunas de las locuras que tenía pensado hacer.
- He pensado encargarle a mi primo Louis que nos compre la cervezas- abrió la conversación Peter cuando todavía no habíamos desenvuelto el bocadillo.
- ¿Pero qué estás diciendo Pet? Mis padres me matarán si se enteran de que llevamos alcohol- le dije sin contener los nervios porque sabía que al final haría lo que le diera la gana.
- No tienen porqué enterarse- intervino Josh.
- Ya, es fácil decirlo –respondí -pero, conociendo a mis padres seguro que se dan una vuelta el sábado por nuestro campamento.
- ¡Rose, tú siempre tan dramática!- me respondió Josh gesticulando de forma exagerada y girándose hacia los chicos.
- ¡Eres un payaso, Josh!- le grité, y en ese mismo momento me di cuenta de que había perdido los papeles, algo bastante habitual en mí. A veces no sé qué me ocurre, pero digo lo primero que pasa por mí cabeza sin pensar si puedo molestar o hacer daño, y luego termino arrepintiéndome.
Rápidamente intervinieron Anne y Michael para templar los ánimos y reconducir la situación, ya que Peter seguía empeñado en comprar cerveza y Josh lo apoyaba incondicionalmente.
Aquella mañana en la cafetería del instituto decidimos comprar sólo refrescos y zumos, aunque Peter hizo lo que le dio la gana y se llevó a la acampada varias latas de cerveza. Además, hicimos la lista de la compra y nos emplazamos al jueves por la tarde para acercarnos al supermercado.
Cuando sonó el timbre nos dirigimos a nuestra clase y soportamos las tediosas clases de Literatura e Historia hasta que tocó el timbre y pudimos irnos a casa.
Durante el camino de vuelta seguimos discutiendo sobre la metedura de pata de Peter y mi salida de tono. Sin embargo, Helen y Anthony apenas me prestaban atención, estaban a lo suyo y sus respuestas eran lacónicas y cortantes. En aquel momento me di cuenta. Helen y Anthony no dejaban de mirarse y tocarse durante todo el tiempo, y ya era evidente que estaban saliendo juntos, eran novios. Aquello, sería el desencadenante de una de las mayores broncas que he vivido, pero todavía es pronto para hablar de esto.

El extraño caso del hombre ahogado en el lago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora