Capítulo 3. Insomnio

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La puesta de Sol en el lago Cove es un espectáculo difícil de describir; un color anaranjado inunda las aguas mientras el cielo se refleja en ellas y le infunde un tono rosado que difumina el límite entre cielo y tierra.
Ya habíamos preparado una buena candela para asar unas salchichas y unas chuletas con las que aplacar el hambre voraz que se iba apoderando de todos nosotros. Como siempre, Peter se hacía cargo de la barbacoa mientras los demás arrimábamos grandes troncos en los que sentarnos junto al fuego.
La cena fue generosa no sólo en carne, sino en aperitivos y bebidas, que tuvimos que racionar para no acabar con las existencias.
Como ya nos temíamos, Peter sacó su primera lata de cerveza nada más sentarse junto al fuego. Los chicos se miraron esbozando una sonrisa cómplice que me puso de mala leche, pero no quise estropear aquel momento y me callé, aunque no pude evitar mirar a Helen buscando su aprobación. Ella, ya no estaba preocupada por estas nimiedades sino que charlaba amistosamente con Michael sin percatarse de la mirada escrutadora de Anthony.
Anne fue la primera en proponer el típico juego infantil con el que amenizar la noche a la luz de una luna menguante y una fogata generosa que resplandecía en todo el bosque.
Él juego de "Verdad, beso o atrevimiento" me aburre soberanamente, ya que siempre se hacen las mismas preguntas picantes sobre hábitos sexuales que no me hacen ni pizca de gracias.
Le tocó a Anthony iniciar el juego con la ronda de preguntas y, cómo no, me eligió a mí.
- ¿Qué eliges Rose?- preguntó Anthony.
- Verdad- le respondí.
-¿Has visto alguna vez un pene?- me preguntó Anthony compartiendo una mirada socarrona con el resto de chicos.
- Pues claro- le respondí con toda la naturalidad posible. - En clase de Biología-. Y todos se echaron a reír pues, me consideraban la mojigata del grupo y ni por asomo pensaban que hubiese tenido el más mínimo contacto con el sexo opuesto.
Ahora me tocaba preguntar, y no iba a tolerar que se riera de mí, sin que todos los demás también nos riésemos de él.
- ¿Qué eliges Antho, verdad, beso o atrevimiento?- le pregunté.
Obviamente Anthony, el autoproclamado líder del grupo, el gallito, el Aníbal de este patético Equipo A, eligió atrevimiento.
-¡Antho! ¿Cuándo fue la última vez que tocaste un pene?- le pregunté maliciosa.
Él no se esperaba esta pregunta y al principio vaciló entre mentir, hacer un chascarrillo o intentar se mordaz, pero se quedó en tierra de nadie.
- Pues, hace unos quince minutos... - pero no pude evitar interrumpirle.
- ¿Y de quién era?
Aquello desató las carcajadas de todos e hizo que Anthony enrojeciera como no lo había visto en la vida. No tuve más remedio que disculparme y pasarle la botella vacía de refresco, que hacía de micrófono, a Helen sentada a mi derecha. Sin embargo, aquello me gano la animadversión y el desprecio de Anthony para el resto de mi vida.
-¿Qué eliges Michael?-preguntó Helen.
-Beso- respondió este sin vacilar.
-¿A quién deseas besar?- preguntó Helen.
Durante unos segundos, que parecieron años, se hizo el silencio. Michael meditaba a que chica besar, aunque yo ya sabía a quién elegiría.
-A ti-respondió Michael- pero sólo si tú quieres que te bese.
Helen miró inmediatamente a Anthony, pero este se hizo el distraído. -Claro, no hay ningún problema-respondió.
En ese momento, Anthony se levantó bruscamente, miró fijamente a Helen y se dirigió al bosque. Era evidente que estaba enfadado, Helen salió corriendo tras él. Inmediatamente nos llegaron las primeras voces.
Gracias al radiocasete de Michael pudimos continuar la noche ajenos a la enorme discusión de la reciente pareja. Escuchamos a Michael Jackson, Queen y Bon Jovi, que tanto gustaban a los chicos, aunque por suerte Anne también se había traído algunas casetes que nos gustaban a nosotras, Madonna y Cyndi Lauper.
La noche continuó, aunque nadie tenía sueño, por lo que Michael, un excelente cuentista e inventor de historias se ofreció a contarnos una leyenda antiquísima y según él verídica que ocurrió en el Agujero de la Gloria, allí en el Bosque de Ozark.
En los tiempos de la Guerra de Secesión un grupo de hombres del ejército confederado se negaron a luchar y se escondieron en el Bosque de Ozark. Allí vivieron en paz y armonía durante varios meses hasta que las riñas y disputas entre ellos provocaron su división.
El general Laughter y el coronel Smile huyeron al interior del bosque y se refugiaron en el Agujero de la Gloria para no ser fusilados por el resto, que los acusaban de apoyar la esclavitud y buscar su rendición al ejército de la Unión.
Durante casi medio año vivieron escondidos en aquel lugar, soportando temperaturas gélidas en invierno y alimentándose de peces y alimañas. Aquellas condiciones eran inhumanas y ellos se convirtieron en espectros que vagaban por el bosque de noche para no ser descubiertos.
Una noche Smile cayó en una trampa para osos mientras buscaba raíces y frutos. Laughter estuvo toda la noche intentando liberarlo, pero no fue capaz y cuando salían los primeros rayos de luz tuvo que abandonarlo para no ser descubierto. Desde su agujero pudo escuchar cómo lo torturaban hasta la muerte, pero no dudaba del coronel y este jamás les revelaría su escondite.
Esa misma noche se pintó la cara como los indios Quapaw, que vivieron allí durante mucho tiempo, y se armó con lo poco que le quedaba e hizo una incursión en el campamento enemigo para matarlos a todos. La leyenda dice que le acompañaba un lobo salvaje que había domesticado y que se lanzaba al cuello de los osos y de los hombres.
Se acercó sigilosamente hasta el campamento y fue matando uno a uno a todos aquellos hombres que durante algún tiempo fueron sus camaradas. Lleno de sangre y viseras regresó al Agujero de la Gloria y se dejó morir junto a su lobo.
Sin embargo, nadie encontró su cadáver y dicen que como espectro se aparece a todo aquel que se adentra en el Agujero de la Gloria.
- Mañana, podríamos ir allí ¿qué os parece?- dijo Anne interviniendo nada más Michael finalizó su relato.
- Es una idea fantástica- continuó Michael.
- Pero está a casi dos horas de aquí.- interrumpió Anthony.
- Es verdad, está muy lejos- intervino Helen.
- Ya, pero, podemos llevarnos bocadillos y comer por allí. Además, mañana teníamos previsto hacer una ruta en bicicleta.- dijo Anne.
- Conmigo no contéis.- intervino Peter, mientras se liaba lo que parecía un porro. - Ni conmigo, mañana tenía pensado irme a pescar al lago.- continuó Josh.
Finalmente, Michael y Anne convencieron a Anthony y a Helen, y por supuesto, yo no me iba a quedar sola con aquellos dos chalados.

El extraño caso del hombre ahogado en el lago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora