Normalmente no creo en los augurios, ni en los presagios, ni en el mal de ojo... pero aquel día fueron muchas las señales que me decían que no hiciese esa excursión.
La primera señal vino al amanecer con una inesperada tormenta y una cantidad innumerable de rayos que hizo peligrar la salida. Sin embargo, después de comer el día se mostraba esplendoroso y brillante; ya nada justificaba la cancelación de la escapada.
Cuando bajé al garaje para comprobar el estado de la bicicleta me di cuenta de que una de las ruedas estaba bastante desinflada y que probablemente estuviese pinchada, así que tuve que recurrir a mi hermano mayor para que me ayudara.
Helen vivía a apenas dos manzanas de mi casa y fue la primera en pasarse a recogerme. Con su pelo rubio recogido en una cola y una extravagante gorra verde fosforescente parecía una turista sueca que acabara de bajarse de un autobús de jubiladas.
- ¡Oye! ¿de qué vas disfrazada?- le espeté sin muchos miramientos y con una carcajada final que podría enfadarla. Pero Helen no se enfadaba fácilmente y me replicó:
- Se la he quitado a mi pobre abuelita justo al despedirme de ella. No se entera de nada, y he pensado que ya no la necesitaba y a mí me podría hacer falta. El calor es sofocante, ya estoy sudando y sólo llevo un par de minutos en la bici.
- Muy buena idea, nos servirá para avivar la fogata- le dije, y las dos irrumpimos en una sonora carcajada que hizo salir a mi padre a la puerta de casa. Inmediatamente nos miramos y sin decir nada subimos a mi cuarto a que terminara de preparar mi mochila con todo lo que necesitaba para aquel fin de semana.
Durante el camino a la plaza del pueblo, donde habíamos quedado, Helen parecía taciturna y no se mostró muy habladora, algo extraño en ella. No obstante, no le di mayor importancia.
El viaje hasta el lago Cove transcurrió sin incidentes. Los chicos, como siempre, intentando impresionarnos hacían carreras y caballitos junto a nosotras que pedaleábamos tranquilas mientras charlábamos sobre los últimos días del instituto y las horrendas calificaciones que habíamos obtenido.
- ¡Pero cómo se puede ser tan hijo de puta! Mira que ponerme un cuatro en la redacción sobre Macbeth. Fui la que mejor lo explicó en clase y la que más sabe de Shakespeare- gritaba Anne dando golpecitos nerviosos en el manillar de su bicicleta.
- ¡Ya!- intentaba consolarla Helen sin mucho éxito.
- De todas formas, has sacado muy buena nota en Literatura- le dije para animarla.
- ¡Claro, no te jode! Tengo todos los exámenes con un sobresaliente alto. Pero aun así, le habría encantado suspenderme. Me tiene una manía que no puede ocultar.- seguía Anne, con mucha razón, porque el profesor Thomas la tenía tomada con ella, siempre le revisaba el cuaderno, le ponía comentarios a sus trabajos insinuando que los copiaba y otras lindezas que lo hacían odioso.
Sin darnos cuenta dejamos la carretera principal y llegamos a la entrada del parque. Los caminos se bifurcaban y nosotras nos desviamos a la izquierda para bajar por un sendero de álamos y robledales que refrescaban el ambiente con su sombra y humedad.
Los chicos no pudieron reprimir su gen competitivo y propusieron una carrera hasta la explanada del lago. Nos daban un minuto de ventaja, pero Anne lo rechazó y tras decir "preparados, listo, ya" salió disparada. Anthony y Michael salieron inmediatamente, pero Peter y Josh se quedaron algo rezagados. Helen y yo ni por asomo íbamos a cansarnos en una carrera absurda, obviamente llegamos las últimas y como castigo nos tocó buscar palos para la fogata. Pronto anochecería y necesitaríamos luz y calor.
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El extraño caso del hombre ahogado en el lago
Mystery / ThrillerEsta historia me retrotrae a un pasado negro y oscuro del que poco queda ya. Algunos de mis amigos ya no están, otros han dejado de ser amigos y son muy pocos con los que sigo manteniendo contacto. En estas páginas que escribo después de tanto tiemp...