Capítulo 2

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Una semana más tarde, Dahlia ya estaba lista para irse a Dragston, su familia se había encargado de recoger sus cosas lo antes posible. Esa mañana la esperaba en la puerta un coche tan negro como antiguo. Giró su rostro y se despidió de lo que había sido su hogar durante años.

— Dahlia, espera — gritó su padre saliendo de la puerta.

— ¿Vas a decirme que ya no pertenezco a esta familia? ¿O que no vuelva a casa nunca? Ah no, espera, eso lo hizo mamá ayer y durante los últimos siete días.

— Dahlia, esto también es difícil para nosotros, necesitamos un tiempo, pero jamás te abandonaríamos.

— Claro. — se rió Dahlia irónicamente — ¿entonces que estáis haciendo ahora mismo?

— Tienes que entendernos, hace menos de una semana nos dieron la noticia, no sabes lo duro que es perder a una hija.

Sintió una punzada al oír esas palabras de su padre.

— ¿Con qué nunca me abandonarías?

Al decir esto Dahlia notó como algunas lágrimas caían por su rostro y sin despedirse, entró en el coche.

— ¡Dahlia vuelve aquí! No hemos terminado de hablar — dio un grito su padre desde el exterior, pero a Dahlia no le importaba lo más mínimo, simplemente miró hacia otra dirección e ignoró el resto de los gritos.

Analizó por última vez lo que antes había sido su hogar durante años y se percató de que su padre seguía llamándola mientras se acercaba al coche, al parecer ignorarlo no lo había frenado. Antes de que este pudiera llegar al manillar, el vehículo arrancó dejando todo su pasado atrás.

Echaría de menos sus aventuras y travesuras que había vivido durante su infancia, los juegos y bromas al servicio, pero lo que más echaría de menos sería a su familia, aunque le hubieran dado la espalda ella seguiría queriéndoles de la misma manera.

Dahlia se fijó como el coche no era conducido por nadie, las ruedas eran las encargadas de guiarle hasta el colegio.

El trayecto fue ameno, pero con el paso de las horas sus nervios aumentaban al pensar que estaría en Dragston donde las personas sabrían que provenía de una familia de Valyos.

— Tengo que ser fuerte...los Valyos somos superiores...ellos no son nadie. — pensó Dahlia.

El día estaba soleado hasta que por alguna razón, empezó a diluviar y las nubes se tornaron negras. El coche derrapó hacia un lado de la carretera por un camino lleno de maleza, el asfalto se convirtió en un pista casi infranqueable para el vehículo, este logró por sí solo salir de aquel enredo. Los pinos se movían de un lado a otro por el fuerte viento que los atizaba y el agua no paraba de caer produciendo un terrible sonido al impactar las gotas con el viejo techo de chapa.

Los movimientos bruscos hicieron que Dahlia chocara contra las ventanas más de una vez. Miro enseguida si había algún tipo de cinturón de seguridad, pero aquella tartana no poseía ninguno.

De un momento a otro el vehículo frenó de golpe y el cuerpo de Dahlia chocó contra la mesa de madera que tenía enfrente. Cuando se quiso dar cuenta, de su nariz estaba brotando un pequeño río de sangre, que lo mantuvo a raya con un pañuelo que afortunadamente guardaba en su bolsillo.

El coche abrió las puerta indicando que ya había llegado a su nuevo hogar, Dahlia cogió sus cosas con rapidez y salió a la lluvia. Sin dejar tiempo a que Dahlia pudiera cerrar la puerta, el vehículo rápidamente dio media vuelta y se fue, dejándola sola en medio de un sendero.

Dahlia miró a varios lados, pero la lluvia no le permitía ver nada, decidió que era el momento de andar por lo que parecía camino. Este estaba lleno de rocas, zarzas, barro y charcos, en los que metió unas cuantas veces los zapatos y en todas esas ocasiones había maldecido con frustración.

El resurgir de las sombras (A.L.P) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora