Estaban en el doceavo round, él y su rival sangraban al menos de una herida preocupante, pero ninguno cedería, ninguno se dejaría vencer, pues ambos tenían una razón muy importante para llevarse la victoria. En realidad, aquella razón individual era una persona, un ser de ternura y bondad sin límite.
Uno de los luchadores ansiaba una oportunidad de reparar sus errores, una oportunidad de acercarse; el otro solo quería mantener alejados a los imbéciles de su novio.
En un rápido movimiento, Katsuki lo tomó de las piernas y lo levantó, solo para dejarlo caer de espaldas sobre el ring. Se puso sobre él y comenzó una brutal lluvia de golpes, un espectáculo sangriento que alimentaba el morbo de la multitud.
Sobre el zumbido en sus oídos, sobre los golpes sordos y los gritos de los ebrios que miraban desde la oscuridad de las gradas, una voz angelical se elevó, una que aumentó la furia de Katsuki, y renovó las esperanzas de Ojiro.
Izuku estaba en alguna parte de las gradas, gritando a todo pulmón su nombre, suplicando que se levantara y siguiera luchando. Su tierno novio le había pedido con lágrimas que no subiera al ring esa noche, no quería verlo lastimado. Pero él y Katsuki tenían cuentas pendientes, por eso tenía que hacerlo, sin importar que sus tonterías causaran tanto dolor en el corazón de Izuku.
Ojiro bajó su guardia solo para conectar un uppercut en la mandíbula de Katsuki. El otro rubio cayó de espaldas contra el ring, eso le dió la oportunidad a Ojiro de levantarse.
Más rápido de lo que cualquiera en la audiencia pudiera sospechar, los dos oponentes estaban de pie de nuevo, mirándose con furia animal. Uno, el musculoso rubio con el labio partido y la mirada escarlata, tenía que alejar a su rival si quería tener una oportunidad con Izuku. El otro rubio, el que tenía un ojo amoratado y la sien sangrante, tenía que asegurarse de hacer un nocaut en ese round si quería salir de ahí con su novio.
El tiempo era valioso, y ambos querían ganar tan pronto como fuera posible. Otra vez se enfrascaron en un violento choque, ninguno se molestó en levantar la guardia, solo necesitaban conectar brutales golpes sin piedad. No importaba la sangre que salía a borbotones, ni el dolor que los escocía, solo necesitaban un buen golpe para acabar con todo. Jamás, en la historia de las artes marciales mixtas había tenido lugar un combate tan sangriento, ni tan emocionante, como el de aquellos dos rivales.
En medio del frenesí, de los gritos y de las apuestas, Katsuki conectó un golpe brutal en las costillas de Ojiro. Su oponente se dobló sobre sí mismo, quejándose, y apenas siendo capaz de mantenerse de pie. Solo un golpe más en su mandíbula y el idiota estaría acabado. Katsuki levantó su puño, lo dejaría caer sobre el rostro de Ojiro con tal fuerza que lo mandaría al suelo.
En medio de su acción, buscó a ese chico de pecas entre la multitud, lo que vió lo dejó congelado. Gruesas lágrimas de desesperación brotaban de los ojos hinchados de Izuku, lo sabía, no por eso dolió menos. Cuando Ojiro les contó de su relación con Izuku, él estuvo feliz de partirle la cara en el ring, pero ahora, ver a Izuku llorando por el horrible espectáculo le rompió el corazón. No había hablado con él sobre la pelea, pero no necesitaba hacerlo para saber cuanto le estaba doliendo a Izuku ver toda esa sangre de su mejor amigo y su novio.
Se perdió tanto en esa triste mirada, que no pudo defenderse del segundo uppercut que dió contra su rostro. Terminó tendido sobre el suelo, mirando las altas luces de la arena, decidió que eso era todo, no tenía más ganas de desgarrar el pobre corazón de Izuku.
Escuchó el lento contar hasta diez del réferi, entonces suspiró, la pelea había terminado con un nocaut efectivo.
Ignoró los gritos de su equipo, solo necesitaba salir de ahí. Se sentó justo a tiempo para ver a Izuku entrar al ring y correr hasta los brazos de Ojiro, entonces no se movió más, se quedó congelado en su sitio, deseando ser él quien recibiera de esa forma a Izuku.
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Deseos nocturnos [Dekubowl]
FanfictionEran un par de pervertidos, eso lo sabía toda la escuela. Eran un par de imbéciles, podías notarlo con solo verlos un par de segundos. Pero nadie estaba preparado para lo que sucedería por sus estupideces. Una broma cruel y desvergonzada los llevó...