# CAPÍTULO 14: SIEMPRE SUCIA

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/ Cather /

—Volvimos donde empezamos.

Me recosté contra la cerámica de la ducha y me rodeé las rodillas intentando protegerme.

—Es un poco tarde para eso, ¿no?

Cállate...

Tomé la esponja, la estrujé con fuerza hasta sacar espuma y me empecé a frotar.

—No creo que sea suficiente con un poco de jabón.

Cállate...

Ignoré mientras el agua de la ducha caía sobre mí, mi cuerpo dolía.

—Me encanta ver cómo las chicas rudas rompen en llanto.

—Obviamente, no tenía idea que de ruda no tienes ni un pelo.

—Que te calles, mierda.

Grité en voz alta y el eco del baño solo me puso más nerviosa.

—Solo déjame sola... —rogué en un susurro mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.

—¿Cath? ¿Estás bien? —la voz de Roger al otro lado de la puerta me recordó que no me encontraba sola... Roger me había encontrado semi-inconsciente en el callejón, había tenido que negociar con él para evitar que me llevara al hospital.

—Si —contesté —perdón estaba hablando sola. —dije intentando que mi voz no temblara.

Salí de la ducha y me vestí con la ropa que Roger me había deslizado por la puerta, salí con el cabello aún húmedo y el ex-marine caminaba con algo de nerviosismo por la pequeña sala de estar.

—No es nada, Roger.

—Y una mierda, Cath, sigue con esa actitud y te llevaré al hospital.

—Me prometiste que no lo harías.

—Cath... —su tono era de advertencia.

—No pensé que ocurriría algo así. —dije por lo bajo.

—¿Te viola...?

—No —mentí. Él no necesitaba saber los detalles, no me dejaría tranquila si le decía lo que había ocurrido. —No. —repetí intentando convencerme a mí misma.

Me ajusté el abrigo intentando protegerme del frío de la noche, haber escapado de Alabama con solo un abrigo no había sido buena idea, mis botas estaban húmedas por dentro y la noche en New Haven no parecían ser muy agradables. Un ruido me hizo mirar a todos lados, desorientada por la oscuridad, no pude distinguir de donde escuchaba las voces. Una botella se rompió y del callejón las voces rieron con fuerza. Mi cuerpo tembló por las risas y tragué en seco intentando salir de ahí.

—Mira que tenemos aquí. —seguí caminando, ignorando la voz, pero fue imposible escapar.

¿Dónde escaparía? No conocía esta ciudad, no conocía a nadie, estaba sola, como siempre.

—Pero...

—Le golpeé —mentí de nuevo.

Él pareció respirar con más tranquilidad y me miró con suavidad.

—¿Quieres ir a la policía?

—No...

—Cath...

—No es nada...

—Cather... ya no... eres la de antes.

Algo en mí se detuvo, lo miré sorprendida y él hizo una mueca.

El precio del amor (Amor en Yale 2, #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora