# CAPÍTULO 01: ESOS DOS.

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[ Cather ]

Suspiré mientras me frotaba los ojos, la habitación aún estaba en penumbras, miré hacia mi mesa de noche y pestañeé un par de veces antes de poder ser capaz de leer la hora en el reloj.

4:25 am.

Otro día sin poder dormir bien.

Me levanté sin darle importancia y fui al baño. Suspiré mientras me sacaba el pijama quedando desnuda, evité mirar mi reflejo, pero en el pequeño espacio era algo bastante difícil, suspiré resignada y me metí en la ducha. El agua fría me recordó que aún no pagaba el gas y debía hacerlo antes de que afectara al Bar, suspiré nuevamente.

Después de haberme puesto la ropa interior me deslicé en un par de pantalones cortos y una camiseta negra sin mangas, tomé un par de botas vaqueras y me las puse rápidamente, agarré mi teléfono para ver qué hora era.

4:58 am.

Suspiré, casi parecía que el tiempo no pasaba, abrí la puerta y bajé la estrecha escalera al primer piso, empujé la puerta que daba al bar. El lugar estaba en penumbras, abrí las persianas de metal, para que entrara la poca luz de la madrugada al local, encendí una lámpara. Me amarré a la cadera uno de los delantales, cogí un trapo y me dispuse a arreglar el lugar antes del desayuno, cuando el lugar estuvo lo suficientemente limpio busqué el libro de cuentas y me dispuse a revisarlo.

–Tal vez deberías contratar a otra camarera, menos trabajo para ti –Me aconsejé mientras mordisqueaba el lápiz.

La puerta del bar se abrió haciéndome alzar la vista para ver al hombre corpulento, desvíe la mirada al reloj que colgaba de la pared.

6:45 am.

–Tan temprano como siempre Roger –le dije mientras me levantaba a la caja registradora y buscaba el registro de llegada para entregárselo.

–¿Has podido dormir algo chiquilla? –Me dijo con una semi sonrisa.

Roger había estado en el ejército, actualmente se encontraba retirado por una herida de bala que lo había dejado cojeando de por vida, pero era un hombre relativamente joven, a sus 47 años estaba encargado de la cocina del bar.

–Lo usual.

–Deberías ir al médico, tienen una pastilla que te hace dormir como un bebé.

–No tengo recuerdos de la guerra, Roger.

Él soltó una carcajada antes de abrir la puerta de la cocina.

Después de Roger, empezaron a llegar los del primer turno del día, yo seguí con las cuentas y las firmas hasta que Sara, una adorable adolescente que había tenido la mala suerte de nacer en Fair Haven, se puso frente a mí, su cabello moreno y ojos amarillentos solo me recordaban continuamente que nunca fui lo suficiente inocente en mi niñez. Dejé mi teléfono de lado y le di un intento de sonrisa.

–Sara –le dije saludando y ella sonrió.

Era una chica tímida trabajaba desde el año pasado conmigo y nunca había sido un problema.

–Hola, Cath, quería hablar una cosa contigo.

–Claro, dime.

–Quería consultarte si era posible... tal vez... que me dieras más horas...

–¿Y la universidad?

–Acaban de despedir a mi madre de su trabajo y estaremos complicadas con el arriendo del departamento.

–Veré que puedo hacer –le dije suspirando y ella me sonrió.

–Muchas gracias.

Ella se levantó y se encaminó a los pequeños vestidores para colocarse la ropa del trabajo.

El precio del amor (Amor en Yale 2, #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora