Capítulo 9

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—Aquí tiene su pedido —le entrego los dos cafés y las bolsas de donuts—. Son diez dólares con cuarenta y cinco centavos, ¿pagará en efectivo o con tarjeta, señor?

—Tarjeta —rebusca en su billetera y me lo extiende.

Lo agarro y comienzo a cobrar su factura y se lo regreso de vuelta junto con la factura.

—Qué tenga buen día —le brindo una de mis más grandes y brillantes sonrisas, tanto que me hace doler las mejillas de lo forzada que es.

Cuando se marcha suelto un suspiro y apoyo mis codos sobre el mostrador escondiendo mi rostro entre mis manos. Estaba exhausta, ansiosa y estresada. Tenía que trabajar esta semana completa, también estaban los parciales del semestre que se avecinan a la vuelta de la esquina para mí gusto y Ethan. Siempre estaba Ethan.

No pude descansar al estar pensando en lo que me contó Alexis, aún era difícil de creer para mí. Si era cierto que comenzó desde los dieciocho años entonces eso quiere decir que fue desde que estábamos...

No.

Suelto un fuerte suspiro. No había podido conciliar el sueño, como es costumbre, las ojeras eran cada vez más notorias, tenía manchas oscuras alrededor de mis ojos y además del hecho de que están muy marcadas que ni con el corrector puedo disimularlas.

La falta del sueño me está cobrando factura, estar estudiando y realizando trabajos hasta tarde más los pensamientos compulsivos de la medianoche y de nunca acabar, me han provocado dolores de cabeza y tensión en todo el cuerpo de manera constante, como ahora.

Unos dedos gentiles comienzan a brindar suaves caricias en mi cabello y no puedo evitar suspirar por el breve alivio que me brinda a mi malestar.

—¿Te sientes bien? —dice con suavidad mientras sus ágiles dedos no dejan de moverse.

—No —me quejo. Levanto la cabeza y unos ojos cafés me miraron con atención y un leve destello de preocupación en ellos—, pero lo estaré si sigues con las atenciones —bromeo. Un amago de sonrisa se asoma por sus labios, sin embargo aprieta los labios para contenerla fallando en el intento.

—Siempre tendrás mis atenciones dirigidas hacia ti, Jennifer.

Ignoro la breve aceleración de mis latidos.

—Oye —me quejo—, no digas cosas así que después me gustarás y tendrás que hacerte responsable de las consecuencias —bromeo.

Sus ojos relampaguean.

—Créeme que tú gustando de mí nunca será un castigo para mí.

La campanilla de la puerta suena sacándonos de ese raro momento en el que nos hemos sumergido.

—¡Bienvenido a Crystal's Café! —la voz me sale muy aguda para mi gusto, carraspeo y cojo mi libreta junto con el lápiz y voy a atender la mesa sin prestar mucha atención— ¿Puedo tomar su orden?

—Sí, voy a querer una taza de café y un croissant.

—Bien, le traeré su pedido en un instante —termino de apuntar y sin darle una mirada me voy directo a hacer su orden, tras tostar los granos de café y ponerlos en la máquina, luego de unos minutos una humeante taza de café con un croissant están listos para ser entregados— Bien, aquí tiene su orden. Espero que lo disfrute.

Le brindo una sonrisa y unos ojos mieles verdosos me reciben con una amable sonrisa.

—Al fin me miras, ya creía yo que me estabas ignorando —bromea.

Me sonrojo furiosamente. ¡Dios, qué vergüenza!

—Sr. Coffin —saludo soltando una risita nerviosa—, no fue mi intención, estaba un poco...

El precio de amarte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora