Capítulo 20

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Estaciono el auto frente a la entrada a la casa de los Harvey. Sé que nadie me estaba obligando a venir a cuidar a sus hermanos, pero lo había prometido. Además, tenía muchas ganas de estar con Sara, aquella niña dulce con los mismos ojos de su hermano mayor. Lo positivo de todo esto era que pasaría el día con Sara. Nada de Ethan Harvey y su penetrante mirada en mis pensamientos, nada de analizar sus palabras. Me prometí que lo dejaría ir y que aceptaría ser su... amiga. Aún no me acostumbraba a la idea, pero pronto lo haría.

Volviendo a Sara, anhelada ya estar con ella, solía sacarme muchas sonrisas y desde nuestro encuentro esa no había sido la excepción.

Toco el timbre de la casa hasta que la puerta fue atendida por Thomas quien una vez reconoce mi presencia su mirada se oscurece.

—Ah... eres tú.

—Hola, Thomas. ¿Está tu hermano? —Ignoro el claro desagrado que tiene en su voz.

—¿Qué debo de hacer para que no vuelvas aquí?

Lo miro ceñuda.

—No entiendo a qué te refieres.

—¿Qué se necesita para no tener que volver a ver tu rostro en mi casa de nuevo? —se entrecruza de brazos— ¿No hay una manera para que te vayas y que esta vez sea para siempre?

—Estás siendo muy borde, conmigo. No te he hecho nada a ti, Thomas.

—No, pero se lo hiciste a mi hermano. Eso es suficiente motivo para mí.

La mirada de Thomas ardía con un resentimiento que parecía imposible de disminuir. Sus palabras, cargadas de una hostilidad que no comprendía del todo, resonaban en el aire con un eco amargo.

—Thomas, yo... —intenté empezar, pero él no me dio la oportunidad de terminar.

—No quiero excusas —gruñó, sus ojos fijos en mí con una intensidad que me hizo retroceder un paso involuntariamente. —No te quiero aquí. Y no entiendo por qué mi hermano te permitiría entrar después de todo lo que hiciste.

Mis manos se crisparon en un intento por contener la confusión y la frustración que surgían en mí. ¿Cómo podía abordar un rechazo tan directo y profundo?

—No sé qué piensas que hice, pero... —traté de explicar, pero nuevamente fui interrumpida.

—Te fuiste, Jennifer. Sin explicaciones, sin razón aparente. Dejaste a mi hermano solo, roto. ¿Eso no es suficiente para que entiendas por qué no te quiero aquí?

—Thomas...

—No quiero volver a reparar lo que tu destrozas. Me niego a volver a ser quien evita que min hogar se destruya. Mucho menos si es por ti. —espetó Thomas con una frialdad punzante, sus palabras resonando como un eco doloroso en el aire.

Cada sílaba llevaba consigo el peso del resentimiento acumulado, como si las grietas causadas por mi partida aún estuvieran frescas en sus emociones.

Su mirada era un pozo oscuro de decepción, y en ese instante, su rechazo me envolvió como un manto de culpa aplastante. Las lágrimas amenazaban con escaparse, pero me aferré a la dignidad que quedaba.

El silencio que siguió fue tan pesado como el peso de las palabras que nunca había pronunciado, y cuando finalmente se giró para alejarse, su desdén dejó un eco doloroso en mi corazón, una herida abierta que no sabía cómo sanar. Cada palabra que salía de sus labios era un golpe directo al corazón. Sentí el peso de mi ausencia y la herida que había dejado en la vida de Ethan.

—Lo siento —murmuré, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para mitigar el dolor que había causado.

Thomas me miró con dureza antes de apartarse y desaparecer hacia el interior de la casa, dejándome sola con el eco de su enojo resonando en mis oídos.

El precio de amarte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora