Capítulo 5

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—Aquí tiene su frappé, espero que le guste y que tenga un buen día —me devuelve mi tarjeta una vez factura y le sonrío en respuesta cogiendo mi bebida y saliendo del establecimiento.

Camino por las calles transcurridas de Los Ángeles con tranquilidad mientras la playlist de mis canciones se reproducían aleatoriamente en mis oídos. 

Ha transcurrido un mes desde que ingresé a la universidad y regresé a Los Ángeles. Durante este mes no he intentado acercarme a Ethan, pero no es como si no lo deseara. Solo es que Ethan no se dejaba ver por los pasillos de la universidad y si lo hacía era solo de reojo porque siempre caminaba a pasos rápidos o en algunas clases que compartíamos.

Sí, teníamos clases juntos que cuando nos encontramos en sociología me había quedado impactada al verlo entrar. Mi presencia no lo había dejado indiferente porque se había detenido un momento al reparar en mí, vi el momento justo cuando sus ojos brillaron de frustración y apretó los puños para luego apartar la mirada y sentarse en la única silla disponible y para mi desgracia al lado de mi había dos sillas vacías. Ethan se sentó en la silla de la esquina dejando una silla de separación entre nosotros.

Podía sentir la tensión en nuestro alrededor y el calor de su presencia a solo unos centímetros de mí no ayudaba mientras el hacía como si no existía, yo me encontraba agonizando por tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos. No presté mucha atención a la clase de ese día estaba contando los minutos para salir de ahí hasta que sonó el timbre de salida.  Ethan en un parpadeo estaba yéndose a pasos veloces sin mirar atrás y después de ahí comencé a tener ansiedad los viernes, cuando nos tocaba clases juntos. Tendría que acostumbrarme, a las malas, pero lo haría.

Después de nuestro primer encuentro me acobardé, desde entonces no he hecho ningún amago de iniciar alguna conversación con él o de intentar buscarlo para hablar con él. No me sentía en condiciones de hacerlo y mucho menos de soportar otra mirada vacía, esas que tanto comenzaban a caracterizarlo.

Las tareas me ayudaban a no pensar mucho, fueron un gran distractor para que mis pensamientos no se convirtieran en un huracán y me hicieran un desastre. Las tareas grupales con los chicos eran exhaustivas, pero era lo que necesitaba y me hacía falta.

Salí de la última clase que tenía en ese día y ya me dirigía hacia el apartamento que compartía con Justin y Emily. Ese era otro tema del cual quería encargarme, me sentía como una molestia por seguir viviendo con ellos. Sé que no les molestaba mi presencia en su hogar, aun así, me sentía como un estorbo y que no era mi lugar.

No quería que ellos se limitaran solo porque temían que me molestara o que me sienta incomoda, o que en su tiempo de intimidad mientras estuviera afuera sea con miedo a que llegue y los encuentre en el acto. Sé que ellos no me dirán que les molesto, pero tuve pareja y sé perfectamente lo incontrolables que son las ganas de querer sentirse el uno al otro.

Me he dedicado el mes completo a buscar apartamentos disponibles y también trabajo. Quería tener un trabajo de medio tiempo, aun cuando tuviera dinero de mi difunto padre y que mi madre me haya dado una tarjeta para que cubriera mis gastos, sin embargo, no quiero seguir utilizando su dinero.

El de papá lo utilizo para emergencias, pero las cosas entre mamá y yo han estado algo... tensas, para no decir que están peor que antes.

Sé que ella quiere que herede la compañía familiar y que espera mucho de mí ya que soy su única hija. Inicié la carrera porque no sabía que estudiar y dejé que la decidiera por mí.

Esa no era la razón por la cual estábamos tensas en cada conversación, sino que ella había intentado que me comprometiera con el hijo del presidente de una de las cadenas de restaurantes más grandes de Inglaterra. Sentí como la sangre me ardía debajo de mi propia piel y el coraje que me quemaba fue lo suficiente para que cuando llegáramos a casa explotara una discusión con ella.

El precio de amarte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora