Ethan todavía no notaba mi presencia en el baño, así que no pude evitar que mis para nada discretos ojos se tomaran el atrevimiento de disfrutar la vista que tenía enfrente.Los tatuajes en su hombro derecho, los músculos en su torso, sus abdominales en una perfecta tableta de chocolate y su miembro que estaba flácido en ese momento, pero no lo hacía ver menos grande de lo que siempre ha sido. Dios... creo que estaba un poco más grueso que la ultima vez y eso me hizo agua en la boca enviando una pulsada a mi centro. Tenía exactamente tres años que no tenía ningún tipo de contacto con ningún hombre y ahora que tengo enfrente a la persona que he estado soñando durante tanto tiempo hace que aquellos deseos que tenía en modo avión comiencen a buscar un aterrizaje.
Cuando vuelvo a su rostro que todavía seguía sumergido en sus pensamientos abre los ojos de repente y gira la cabeza en mi dirección. Me mira perplejo y yo solo me quedo boqueando como un pez fuera del agua sin saber que hacer o que decir más que quedarme mirándolo como una idiota.
—¡¿Qué haces aquí?! — cierra la regadera y saca el brazo cogiendo su toalla. Eso me hace espabilar y salgo de mi ensimismamiento dándole la espalda para darle un poco de privacidad.
«Sí, claro. Cuanta privacidad haberle querido comértelo con los ojos».
Cierro los ojos ante ese pensamiento.
—Jennifer, ¿qué haces aquí? —pregunta a mis espaldas y vuelvo a girarme.
Grave error.
Su cabello azabache mojado y echado hacía atrás, su torso con algunos tatuajes en sus pectorales y en la costilla derecha me deja babeando. Una gota de agua resbala por su pecho hasta desaparecer por debajo de su vientre bajo, justo en el comienzo de algunas venas que se le marcaban deliciosamente. Exhalo con fuerza ante el espectáculo que no me perdí ni un solo minuto de admirar.
—Mis ojos están arriba.
Me sobresalto mirando su rostro de nuevo y me sonrojo por haber estado babeando como una estúpida. Es increíble su efecto en mí y joder que si antes me afectaba mucho cuando estábamos en preparatoria, ahora en la universidad su efecto era mil veces peor.
—Lo siento, yo...
—¿Por qué entraste?
—Pensé que había un ladrón en la casa... —muevo el cojín torpemente haciendo que el mire hacia el objeto en mi mano.
Arquea una ceja cruzándose de brazos.
—Vaya, me siento tranquilo ahora. Mis hermanos están muy protegidos contigo —no ignoro la ironía que irradia su voz. Se ajusta la toalla que estaba sobre la cintura y vuelvo y me quedo atrapada en el movimiento.
Ethan carraspea y me sonrojo nuevamente por haberme puesto a comerle con los ojos y sin discreción alguna. Miro sus ojos que actualmente están oscurecidos y la ceja enarcada retándome en silencio. Aparto la mirada no teniendo el valor de sostenérsela por mucho tiempo y él bufa.
—Entonces, entraste porque pensabas que había un ladrón —inquiere con curiosidad.
—Eso es lo que te acabo de decir.
—¿Y el ladrón usa la ducha antes de robar? —ironiza y yo ruedo los ojos cansada por su insinuación.
—No entré porque quisiera verte... —hago uso de todas mis fuerzas para no bajar la mirada hacia su torso y trago grueso—, desnudo. Estaba durmiendo en el sofá y me levanté al escuchar ruidos en la casa. No pensé que estarías en casa, solo me preocupé porque tus hermanos estaban durmiendo arriba
Ethan se apoya de la pared con los brazos entrecruzados evaluándome en silencio. Si debería creer lo que acababa de contarle o no.
Suelta un suspiro y asiente varias veces.
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El precio de amarte ©
Ficção AdolescenteLibro #2 de la bilogía "El precio" Tomando la decisión de marcharse de su ciudad huyendo de los fantasmas del pasado que amenazaban con destruirla una vez más, Jennifer, se va sin decir adiós, dejando a su chico de ojos azules con un corazón roto y...