—Ya tengo las llaves, mi monedero, mi celular... Sí, todo listo —asiento para mí misma y salgo dirigiéndome hacia la salida.Hacía media hora que Emily me había confirmado la dirección de la casa de su amigo Esteven, la dirección se em hacía levemente familiar. Siento que la había escuchado antes, pero solo recuerdo lugares en concretos no las direcciones por lo que no sabría decir con seguridad donde quedaba, dejaba por última opción utilizar el GPS.
Me abrocho el cinturón de seguridad y comienzo la marcha. Las calles andaban menos concurrentes de lo normal, por lo que me relajo en el camino cono la música de la radio en reproducción. Cuando giro a la derecha en una intersección el vecindario se me hace familiar. La gran casa que parece un invernadero de la esquina hace que el corazón me de un brinco y aparco con el pulso yéndome a mil. Miro al GPS que me indica que más adelante está mi destino, aún así el mal presentimiento de esto comienza a instaurarse en mí.
Estaba en el vecindario de la casa de Ethan.
Joder.
Quizás estoy paranoica y la casa de su compañero de clase esté en la misma calle. No es como si...
Dios, ni yo misma me lo estoy creyendo.
Aún estacionada, desbloqueo mi celular y llamo a Emily, no lo coge. Intento llamando al celular de Justin. Ni si quiera suena una vez para que me mande directo al buzón de voz, me estaba volviendo loca, no, estaba a punto de enloquecer aquí mismo.
—Bien, Jennifer. Puede que se haya equivocado de dirección —intento calmarme—, le enviaré un mensaje para confirmar que es esa. No quiero pasar por su casa, ni de broma —murmuro.
Yo:
¿Estás segura de que esta es la dirección, Em?
No me responde y mucho Justin que no le llevan los mensajes. Lo dejo estar y suelto un suspiro pesado.
Quizás es solo un vecino, no hay por qué ser fatalista.
«Si quieres hacerte la torpe, pues no te detendré».
Cambio la palanca y decido seguir las direcciones para ver hasta donde me llevará.
Definitivamente el lugar es la casa de Ethan. Solo a mí se me ocurre creerle a Emily que tiene un amigo llamado Esteven, más imbécil de ahí no puedo ser.
Maldigo como unas diez mil veces dentro del auto a Emily y a Justin. Juro que me la van a pagar muy caro esta vez, lo juro por lo más sagrado que no se escaparían de esto.
Tengo como media hora de retraso. No encuentro el valor de bajarme de la seguridad de mi auto y tocar el timbre.
¿Qué se suponía que iba a decirles? ¡Hola chicos! Cuanto tiempo, soy Jenny. ¿Me recuerdan? La que se fue al día después sin explicación alguna.
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El precio de amarte ©
Roman pour AdolescentsLibro #2 de la bilogía "El precio" Tomando la decisión de marcharse de su ciudad huyendo de los fantasmas del pasado que amenazaban con destruirla una vez más, Jennifer, se va sin decir adiós, dejando a su chico de ojos azules con un corazón roto y...