Cuando mi última clase acaba me dirijo hacia la salida a pasos rápidos. Cuando saco mi celular para ver la hora, por accidente choco con el hombro robusto de alguien y sus libros caen al suelo. Me agacho con rapidez a ayudarlo.—Lo siento tanto, estaba mirando mi celular... —unas manos fuertes y llena de tatuajes comienzan a recoger en silencio sus cosas sus dedos rozan los míos sin querer, un escalofrío me recorre al toque de nuestras pieles y me paralizo. El chico frente a mí deja de moverse también y siento su mirada quemarme entera.
Tomo una inhalación profunda antes de armarme de valor y levantar la mirada poco a poco, detallando el brazo lleno de tatuajes, sigo subiendo hasta que visualizo las mangas de su poloche negro ajustados a sus grandes y ejercitados brazos, sigo, me topo con su mandíbula marcada y tonificada... me estremezco en mi lugar acobardándome.
Aún siento su mirada en mí, haciéndome sentir diminuta. Como si estuviera retándome a enfrentarlo. No creo que pueda clavar mis ojos en su rostro, porque sabía quién estaba frente a mí. Mi estúpido corazón reconocía su toque, su presencia...
Me atrevo a subir la mirada encontrándome con la suya clavada en mí.
Me levanto dejando los cuadernos en el suelo, marchándome sin dedicarle tan siquiera una mirada. Sin embargo, desearía haberlo hecho. Me encontraba paralizada, envuelta en la hipnosis que sus ojos me provocan.
Él solo se dedica a mirarme sin expresión, como siempre hace desde que nos encontramos. Quisiera decir algo, siento el impulso de pedirle que me escuche y que me permitiera un par de minutos solo para poder explicar mi huida de hace tres años.
—Yo...
Mi celular comienza a sonar en mis manos. Ethan recoge sus cuadernos y se levanta desapareciendo entre la multitud. Me trago el nudo que se me comenzó a formar y me pongo sobre mis pies caminando hacia la salida para encontrarme con Jake e ir hacia esa jodida entrevista que ya no me tiene tan emocionada como hace unos instantes.
Es increíble como una persona te puede transformar tu día en el más soleado y brillante, hasta el más oscuro y vacío.
Sin embargo, no me pondría a pensar en ello ahora, tenía que estar lo más capacitada posible iba a una entrevista de trabajo y hoy no les daría lugar a mis emociones, tenía cosas más importantes que atender. Cuando llego a la salida del recinto ahí estaba Jake, cuando me ve me brinda una de esas sonrisas de conejo que me brindaba que hacían de mi vida un poco más liviano y llevadero.
—¿Estás lista? —asiento en respuesta y nos vamos caminando mientras escuchaba a Jake contarme de lo que hicieron en su clase de grabado y estampación. Aunque no entendía la mayaría de los tecnicismos que él decía, pero me reía de sus divertidas expresiones y de cómo se frustraba con el maestro.
—Eres un quejón.
—¡No lo soy! Es que él es un maestro frustrado. Busca hacerles la vida imposible a los estudiantes.
—Oh, pobrecito —le hablo como si fuera un niño pequeño.
—Exacto. ¡Pobre de mí! —suelta un quejido.
—¿Necesitas que te consuelen?
—Si viene de ti, entonces que podré con todo —responde con galantería y me rio—. Aquí estamos, ya llegamos.
Me sorprendo de que hayamos llegado tan rápido, pensé que iba a estar más lejos, pero cuando me fijo es la cafetería a la que todos los estudiantes visitan por lo cercana y muy acogedora que es.
—Pensé que era más lejos... —lo miro de reojo.
—No quería un trabajo lejos de la universidad, por lo que opté por Crystal's café.
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El precio de amarte ©
Ficção AdolescenteLibro #2 de la bilogía "El precio" Tomando la decisión de marcharse de su ciudad huyendo de los fantasmas del pasado que amenazaban con destruirla una vez más, Jennifer, se va sin decir adiós, dejando a su chico de ojos azules con un corazón roto y...