24. Segundo Jaque

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Narra Liz

No puedo dormir. Doy vueltas por la cama debido a la incomodidad que me produce el ambiente caluroso en mi habitación. Es extraño, pues recuerdo haber encendido el aire acondicionado. Por mi cuello se deslizan varias gotas de sudor. Mi camisón favorito está igual de empapada.

No puedo dormir así, pienso.

Abandono la cama y me encierro en la ducha, completamente desnuda. Permito que el agua me envuelva y disipe aquella calentura insoportable.

Cierro los ojos sonriendo. Mi cabello está pegado a mi espalda, pero no me importa cuando por fin mi cuerpo disfruta de la frescura que me brinda el agua de la ducha.

De pronto, siento una mano apartando mi cabello y acomodándolo sobre mi hombro derecho, que luego cubre mi seno. Abro los ojos sorprendida, más no asustada. Sé quién es el dueño, su aroma masculino lo delata, incluso esos labios que se atreven a probar el largo de mi cuello y mordisquear mi piel.

Mi pulso se dispara y la temperatura vuelve a subir, aunque no es el agua. Él envuelve mi cintura con su brazo, pegándome a su endurecida entrepierna, y su otra mano cubre por completo mi pecho.

—Dime que no quieres esto, Lizzy, —ronronea en mi oído al mismo tiempo que la mano que se aferraba a mi cintura, acaricia mi cuerpo hasta llegar a ese punto sensible y húmedo que lo reclama— dime que no estás así por mí, —entonces, con su pulgar me acaricia y sus dedos torturan mi interior. Suelto un gemido que, en otro momento, me sentiría avergonzada, pero no ahora, no con él— y te juro no volver a molestarte.

No puedo hilar las palabras, ni siquiera para decirle que lo necesito con urgencia, pero aún sin hablar, él entiende las señales que le ofrece mi cuerpo. Me prueba a su antojo, su boca se deleita con cada rincón de mi cuerpo, sus manos me torturan llevándome al límite pero no permitiéndome hundirme en el placer hasta que, cuando él se sumerge en mi interior, me resulta imposible no estallar.

Abro los ojos sobresaltada, observando el relieve del techo que puedo apreciar al momento en que mi vista se adapta a la oscuridad. Intento regular el trabajo de mis pulmones y calmar las palpitaciones incómodas de mi cuerpo. Estoy sudada, mojada, y con una necesidad de sentirlo que no me había ocurrido desde hace un tiempo.

*****

—Te ves fatal.

—Gracias —murmuro, cayendo en el asiento junto al de Allison. Le doy un sorbo a mi tercera taza de café de la mañana y ella deja su actividad en la computadora.

—¿Pesadillas de nuevo?

Mi piel se eriza al recordar el sueño que me despertó a media madrugada. Ni siquiera con una fría ducha pude calmarme sino hasta que tuve que remediarlo de una forma que me hace sonrojar. Y eso ni siquiera me permitió dormir otra vez.

¿¡Qué diablos es lo que me pasa!?

Me encojo de hombros para no tener que explicar nada.

Allison me quita la taza y la deja sobre la mesa, luego agarra mis manos. —Liz, te he dicho miles de veces que puedes quedarte en mi departamento. O yo en el tuyo. Pero no tienes que pasar esto sola. Antes estaba... —cierra la boca, arrepentida, y yo agradezco que lo haga o me sentiré peor con escuchar su nombre— Entiendes lo que digo, además, me ayudaría con los gastos.

Sonrío en medio de un suspiro.

—No es necesario, me estoy quedando en casa de mamá. Pero gracias de todas formas.

La expresión de su rostro cambia totalmente, infundiendo calma.

—Eso me alivia.

Y a mi me tranquiliza...

Operación Bloqueo [Operaciones Especiales #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora