12. ALWAYS HATE ME

70 8 0
                                    

SAMARA REYES.

Me encuentro en una esquina del balcón con los pies colgando como si fuera una niña pequeña, moviéndolos de un lado a otro, mi frente está recargada en el barandal por demasiado tiempo por lo que supongo que al quitarme la tendré roja y posiblemente sumida.

Dylan se encuentra a unos cuatro metros de conmigo, exactamente en la misma posición que yo, no sé si está llorando o simplemente pensativo como yo, aunque por lo que pasó supongo que un poco de ambas.

Mi cabeza comienza a doler por lo que supongo es la presión contra el barandal, al separarme llevo mi mano a ella y confirmo lo que había pensado segundos atrás.

—¿Estás bien? —miro a Dylan el cual tiene los ojos un poco rojos.

—Sí, es solo que me dolió la cabeza —explico mientras intento evitar mirar su ojos.

Al mirarlo tan vulnerable, a una manera tan diferente a como solía hacerlo me incomoda un poco. Él se rompió frente a mí y yo casi hago lo mismo, nunca he sabido cómo actuar en estos casos.

—Lamento no haberte contado antes.

—Lo importante es que ya lo hiciste —digo evitando darle importancia.

—Él te quería tanto, quería que lo supieras.

—Lo sabía, tal vez nunca me lo dijo pero me lo demostró en muchas ocasiones —sonrío con nostalgia —. Aunque me alegra saber que de su boca salieron esas palabras.

—Peter nunca fue de palabras.

Dylan y Peter se conocían por obvias razones aunque sólo sabía hasta ahí, nunca creí que hubiera un vínculo entré ellos, en mi presencia muy apenas se dirigían la palabra y a veces ni eso. Aunque tampoco creí que a Dylan le doliera tanto la pérdida como me acaba de demostrar que lo hace.

—No sabía que ustedes se llevaran tan bien —confieso.

—Para mí era un conocido más — explica —, pero un día todo cambió, fue el único que estuvo para mí en un momento tan complicado —lo miro confundida pero no me atrevo a preguntar y él no parece querer decirlo aún —. Terminamos hablando justo en este lugar.

Fue un golpe de realidad cuando Dylan me contó lo mal que se encontraba Peter en sus últimos meses de vida, con un enorme miedo a su padre y que en algún punto admitiera que la única persona que consideraba confiable para hablar un poco sobre eso era yo, lo cual tiene sentido ya que no es complicado notar mi relación tan rara con mis papás.

—Tú lugar seguro.

—Se convirtió en el lugar seguro de ambos.

—Pues qué lugar seguro tan hermoso.

—No puedo negarlo, es lo único que le agradezco a mi padre.

—¿Es de tu padre? —pregunto sorprendida para después arrepentirme de demostrar tal sorpresa.

El niega.

—De mi bisabuela, cómo pudiste notar este lugar es privado ya que ella quería que entraran solo miembros de la familia y unas pocas personas más.

—¿Entonces qué hago yo aquí?

—Fácil, cada miembro de la familia tiene permitido traer dos personas que no pertenezcan a la familia —frunzo el ceño mientras intento entender —. La primera persona fue Peter.

Proceso cada palabra con calma sintiéndome capaz de darme aquel lujo. Solo puede traer a dos personas y aun así decidió traerme a mí a pesar de que después ya no podrá traer a nadie más.

Un Lindo GirasolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora