Capitulo 12

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Una vez que se han marchado de la casa, Sidney cierra la puerta y se vuelve para buscarme.

—Bueno... parece que nos hemos quedado solas —oigo que dice mientras se acerca—. ¿Te apetece que...? ¡¿Sam, que ocurre?! —pregunta con preocupación al verme—. Quiero ayudarte, solo dime que debo hacer. Puedo traerte un vaso de agua y alejarme o si lo prefieres puedo quedarme aquí contigo, ¿lo prefieres? —agrega, observándome con detenimiento.

La miro por primera vez y veo la sinceridad en sus ojos. No me mira con lástima como había pensado. Es empatía. Yo asiento lentamente.

Nos quedamos sentadas en silencio durante un minuto o dos. El único sonido es el ruido amortiguado que llega desde el salón. Inclino la cabeza y refreno el impulso de enterrar el rostro en su cuello en busca de consuelo. No merezco su consuelo. No merezco el consuelo de nadie.

Me abraza con torpeza, y yo mantengo los brazos a ambos lados de mi cuerpo hasta que poco a poco le devuelvo el abrazo. El corazón por fin va recuperando su ritmo normal.

—¿Quieres hablarme sobre lo que te preocupa?

—No, ahora mismo... Pero gracias por quedarte aquí conmigo.

Me levanto del suelo y me mareo un poco por el movimiento repentino. Parpadeo una par de veces para librarme del dolor que siento en los ojos.

—¿Seguro que no prefieres volver con tu familia? Estoy segura de que Mark te echaba mucho de menos y no sé, pero de alguna manera me siento egoísta —Sam respira profundo y decide confesarse—. Siento que estoy recibiendo un amor que no me corresponde. Voy a preguntarte algo y quiero que seas sincera...

—¿De veras vas a tener la valentía de hacerlo? —pregunta su padre desde el reflejo.

—Puedes sentirte libre de preguntarme lo que quieras, no me supondrá ninguna molestia, te lo aseguro.

—¿Es por qué soy su hija? De Billy me refiero... ¿Por eso has decidido quedarte?

Sam agacha la cabeza como en un intento de cubrirse de las palabras que tanto tenía miedo de escuchar.

—No te voy a mentir, en parte así es. Sin embargo no es por la razón que crees. Sé que tú no eres ningún peligro para mí, ni para los demás, como el resto del mundo piensa y no estoy aquí para vigilarte. Simplemente estoy velando por tu seguridad y disfruto estar contigo porque me recuerda a los buenos momentos que pasaba con tu padre.

—Te agradezco que me hayas dicho la verdad, no estaba segura de querer saber la respuesta. Pero por alguna razón me siento mejor ahora —sonríe tímidamente.

—He visto que tu chico aún no ha vuelto, que te parece si nos armamos hasta los dientes, preparamos unas palomitas y vemos una película para matar el tiempo.

—Me parece un plan estupendo.

Caminan hasta la habitación juntas, Sam saca el cuchillo que había escondido detrás de la cómoda, mientras que Sidney saca una Beretta 92FS Centurion de su maleta. Bajan hasta la cocina, rebuscan en los armarios hasta que encuentran lo que tanto buscaban.

—Creo que no puede haber más variedad, me pregunto si es cosa de mi madre o de Tara —dice sacando todos los paquetes que tenían—. ¿Las prefieres normales, dulces o con mantequilla?

—Pongamos a prueba si de verdad tienes la capacidad de deducción Billy, ¿tú que piensas?

La joven sopesa las diferentes opciones, las normales suelen ser demasiado aburridas al paladar después de un rato, no creía que Sidney fuera una chica demasiado blandita para ir comiendo cosas con sabor a caramelo. Voltea la mirada hasta el reflejo de su padre sin llamar la atención de la mujer.

EL REFUGIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora