Capitulo 22

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A duras penas conseguía mantenerse consciente, la cabeza le martilleaba con fuerza. Alguien no dejaba de patearle el pie una y otra vez con insistencia, parecía oír una voz que trataba de comunicarse con ella, sin embargo todos sus intentos por sobreponerse resultan en vano, no consiguia abrir los ojos, ni articular palabra. El dolor se la llevaba de nuevo a la oscuridad.

No sabía cuánto rato había pasado, alguien la estaba agitando como si fuera un muñeco. La adrenalina se apodera de su cuerpo y aleja a la persona de un empujón, mientras retrocede hasta la pared más cercana. Su vista seguía siendo borrosa.

—Sam, gracias a Dios, por fin despiertas —se arrodilla frente a ella y agarra sus manos—. Soy yo, Gail.

—¿Gail, dónde estamos? ¿Qué ha pasado?

La joven se frota la frente, adolorida. Sus ojos escocían como el maldito infierno. Trataba de hacer memoria de cómo habían llegado hasta allí.

Recordaba yacer al lado de Kirby, cuando se repuso escucho los gritos de Sidney y Gail fuera de la casa, corrió hacia ellas y allí estaban los dos Ghostface, tratando de meterlas en una furgoneta blanca con los cristales tintados, a la fuerza. Sam consiguió sorprender a uno de ellos por la espalda, clavándole un trozo de cristal en el hombro, provocando que soltara a Sidney. Sin embargo, su elección poco premeditada, le dio ventaja a su otro compañero. Que aprovecho para tirarle algo sobre los ojos, dejando a la joven totalmente cegada y a la vez que escuchaba el ruido de unas sirenas acercándose, le propinaron otro golpe dejándola K.O de nuevo.

Parpadea repetidamente, intentando recuperar la visibilidad. A medida que sus ojos se adaptaban a la luz, podía ver a Sidney tirada en el suelo con sus muletas a un lado, exhausta pero plenamente consciente. Habían manchas oscuras a lo largo de su ropa, seguramente durante el forcejeo se había abierto algunos puntos.

Gail estaba llena de heridas y magulladuras por toda la cara, su traje de color azul estaba hasta arriba de tierra y ramitas. Quedaba claro que había opuesto resistencia y en algún momento de esto acabo por los suelos.

Más allá de ellas, yacía Kirby inmóvil, Sam trata de levantarse para acercarse a ella, pero Sidney la detiene.

—Déjala, Sam —su voz se tiñe de tristeza—. No hay nada que podamos hacer por ella, es demasiado tarde.

A pesar del "consejo" de la mujer, no hizo ni caso. Se apoyó en la pared y con ayuda de su mano guio su camino hasta ella. Al llegar se arrodilla frente a su cuerpo, Kirby estaba tumbada de espaldas, así que con fragilidad le da la vuelta, quedando frente a frente.

La joven siente la bilis subiendo por su garganta, provocándole un quemazón horrible, aun en el suelo y atónita contempla el cuerpo destrozado de su amiga.

—No... no puede ser —tartamudea—. ¡Kirby, despierta! —suplica entre lágrimas mientras mece el cuerpo con fuerza, aun sabiendo que era algo inútil—. Cuando entre en mi casa, ella no estaba así... ¡¿Qué coño ha pasado?! —pregunta con rabia.

—Sam, es mejor si no te haces esa imagen en la cabeza, créeme —agrega Gail, en un intento por calmarla.

—DEJAR DE INTENTAR PROTEGERME Y CONTARME LA PUTA VERDAD.

Sabía que ninguna tenía la culpa, pero (La oscuridad Loomis) como Sam la llamaba, se había despertado en ella y no tenía la intención de dormirse pronto.

—Por alguna razón que desconozco, cuando consiguieron maniatarme a mí y a Gail, nos subieron al coche, seguida de ti. Intentamos desatarnos cuando vimos cómo se alejaban hacia el interior de la casa, sin exito alguno. Las sirena de la policía estaba cada vez más cerca, ambos cabrones salieron con Kirby en brazos. La tiraron dentro como si fuera una simple muñeca de trapo —explica, intentando retener las lágrimas.

EL REFUGIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora