III. Impredecible

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El elemento sorpresa siempre resulta útil. Tened presente que a los hombres les gusta la variedad. Si podéis ofrecérsela, no necesitarán buscar distracciones en otra parte.

Del capítulo titulado «Impredecible»


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¿Te importaría —preguntó HaoXuan, arqueando una ceja con recelo— decirme en qué estabas pensando?

Era un delicioso día de otoño. El cielo parecía impoluto, soplaba una brisa cálida, y estaban sentados en el jardincito de su hermano. Una de las niñas que corría en círculos sobre la hierba se dejó caer encantada con un estridente chillido de alegría, y empezó a rodar sin preocuparse de la posibilidad de mancharse el traje de encaje. Yibo contempló las payasadas de su sobrina e intentó disimular una sonrisa.

—¿Podrías concretar más?

Su hermano le lanzó una mirada gélida. Era cinco años mayor, de cabello castaño. Puede que se parecieran, pero HaoXuan siempre había sido un tanto mojigato.

—Sabes muy bien de qué estoy hablando. Todas las crónicas de sociedad mencionan el diseño de esa modista francesa que luciste en la ópera y que suscitó los comentarios de todo el mundo. Según dicen, o bien era la última moda, o el modelo más provocativo visto en público en los últimos tiempos.

Por muy duque que fuera, Yibo se sintió de inmediato como el niño que había sido, reprendido por su hermano mayor.

—Era atrevido —admitió, —pero decidí llevarlo por una buena razón. Y entre los asistentes había otras jóvenes con atuendos parecidos.

—Espero que te des cuenta de que eres uno de los jóvenes más envidiados de la sociedad. —HaoXuan se levantó, se acercó a levantar a su hija con delicadeza, le sacudió las briznas de hierba del dobladillo, y la conminó a volver a jugar con los otros dos niños. Volvió al banco bañado por los cálidos rayos del sol y tomó asiento, recogiendo con presencia el doblez del pantalón. —No puedes hacer algo escandaloso y creer que no generará comentarios. Eres el duque de Xiao.

—Solo pretendía que Xiao Zhan se fijara en mí, nadie más.

—¿De que hablas si puede saberse? A mi me parece que él ya se fija en ti. Es tu marido.

—Lo cierto es que esa noche lo hizo. —Al recordar el trayecto en carruaje, Yibo sonrió para sí.

—¿Qué quieres decir?

Yibo se encogió de hombros confiando en aparentar un rechazo superficial, cuando en realidad sus sentimientos sobre el asunto eran todo menos superficiales.

—¿Está mal que desee más de mi matrimonio?

—Yo creía que te sentiste en el séptimo cielo cuando te casaste con Xiao Zhan y que, al contrario que la mayoría, estás enamorado de tu marido. —HaoXuan frunció su frente tersa casi de forma imperceptible.

Todo eso era verdad.

En realidad, ese era el problema. Si su único deseo hubiera sido casarse con un duque poderoso, tal vez se habría dado por satisfecho con la posición social, el dinero y la influencia que ello le reportaba. Pero igual que HaoXuan con su JiYang, Yibo se habría casado con Xiao Zhan, aunque hubiera sido corriente en todos los sentidos.

—Amo a Zhan, ese no es el tema. Bueno, supongo que sí lo es. —Yibo se ajustó el pantalón de seda con una mano indolente, y concentró la mirada en los niños que jugaban. —Creo que él está contento de haberse casado conmigo. Sé que le atraigo y que incluso disfruta de mi compañía, aunque en mi opinión no nos vemos lo suficiente. Pero ¿me ama? De eso no estoy seguro. Para nuestra sociedad sería perfectamente aceptable que no me amara, y estoy seguro de que yo me daría por satisfecho si mis propios sentimientos no estuvieran en juego. Pero ansío algo más que estar satisfecho. Deseo ser feliz, y deseo aún más que él lo sea.

El arte de la seducción | ZhanYiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora