XI. Cosas que todo joven debe saber

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Cuando empiece la caza, recordad que vosotros sois el premio. Si renunciáis al poder, él lo recuperará encantado. Si decidís conservarlo, como os recomiendo de corazón, hacedlo de la forma más sutil y placentera posible.

Del capítulo titulado «Cosas que todo joven debe saber»

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Una cacería extravagante no se correspondía a la idea que Xiao Zhan tenía de cómo pasar una mañana agradable, ni tampoco lo consideraba muy digno. Pero aceptó porque Yibo se lo había pedido de tal modo que negarse le pareció una descortesía. Los demás invitados parecían haber abrazado con entusiasmo el espíritu del juego y, para ser sincero, probablemente era más entretenido que estar sentado en el estudio con su secretario.

«Sobre todo en momentos como éste», pensó, mientras paseaba junto a su esposo y echaba una ojeada a sus contorneados glúteos, mientras él se inclinaba hacia delante y extraía con aire triunfante un premio debajo de un arbusto decorativo. Yibo se irguió y dio la vuelta con la mano extendida.

—Mira. Me parece que esta es bastante bonita.

—Es una piedra —dijo él con delicadeza.

—Pero es bastante bonita, ¿no crees?

—Debo admitir que no suelo sentarme a reflexionar sobre sus propiedades estéticas.

Boo lo miró burlón.

—¿Su excelencia no desea ganar esta competición? Yo creía que alguien con tu eminente posición mostraría un poco más de espíritu competitivo. Se supone que hemos de encontrar la piedra más peculiar. Si esta no te convence, la guardaremos hasta que encontremos otra que te parezca mejor.

Aunque el juego le parecía absurdo, no podía dejar de admirar la forma en que los rayos del sol iluminaban el cabello rubio de Yibo. Esa mañana tenía un aspecto fresco y saludable, con su sencillo traje de muselina crema ribeteado de satén verde claro. Las mangas, resaltaban la esbeltez de sus brazos, y llevaba el cabello perfectamente peinado. Yibo, la personificación de la juventud y la belleza, encajaba con la atmósfera bucólica del jardín y el parque, saludable, joven, vivaz y... ¿fértil?

Xiao Zhan se preguntó si sería demasiado pronto para preguntarle sobre el tema. Había pasado cierto tiempo desde que él había admitido que no era el momento adecuado para que le hiciera el amor. No llevaban suficiente tiempo casados para que él supiera si eso era normal en él o no, pero no había duda de que el aspecto sexual de su relación era de lo más satisfactorio, y que ejercía sus derechos a menudo. No le sorprendería lo más mínimo que ya estuviera embarazado.

Un hijo.

Le gustaba la idea. Y no solo porque tener un heredero fuera su maldita responsabilidad, cosa que le sorprendía, porque él siempre había considerado el concepto «hijos» como algo abstracto. Sí, uno se casaba y, de acuerdo con el curso natural de los acontecimientos, concebía hijos. Pero Yibo fecundado con una criatura suya, con el hijo de ambos... Esa idea le conmovía de forma inesperada.

—¿Pasa algo malo, Zhan-ge? —Su esposo ladeó la cabeza y entre sus delicadas cejas apareció apenas una arruga. —Tienes una expresión de lo más rara. Ya sé que este tipo de juegos no te gustan mucho, pero...

—Los juegos en general no suelen ser plato de mi gusto, pero no me importa. —Sonrió. —Y opino que esta piedra es bonita. Es cuarzo, creo.

—¿Ah, sí? —Él se miró la mano muy contento. —Bastante bonita, si se me permite decirlo.

El arte de la seducción | ZhanYiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora