IV. Esos adorables caballeros traviesos

434 57 7
                                    

Evitad a los hombres que fingen ser lo que no son. La personalidad de un amante siempre es importante, aunque lo único que busquéis en sus brazos sea un goce transitorio. Yo siento un particular afecto por los hombres licenciosos, porque son francos y claros sobre la naturaleza fugaz de su interés. También poseen un encanto irresistible. El joven que logre conquistar el cariño sincero de uno de ellos, será el verdadero afortunado.

Del capítulo titulado «Esos adorables caballeros traviesos»


✿ -------------------- ✿ ----------------------- ✿


Los caballos eran animales magníficos que avanzaban a la par, pero los hombres que los montaban eran muy impertinentes. HaiKuan, por supuesto, había escogido un semental árabe, su raza favorita; una bestia que podía ser difícil de dominar, pero el esfuerzo valía la pena si lo que buscabas era resistencia y velocidad. Su hermano mayor, como era de esperar, montaba un purasangre con las patas esbeltas, unas ancas enormes y unos cuartos creados para las distancias cortas. Era un velocista extraordinario y famoso entre los purasangres británicos. Thebes había ganado una fortuna en premios, y ahora estaba retirado y dedicado a la cría, pero Xiao Zhan lo montaba porque además de ser una inversión, era su caballo favorito.

HaiKuan pensó con cierta ironía que eran muy apropiados el uno para el otro: un aristocrático duque y un distinguido campeón. Aunque en ese momento la serenidad y prestancia contenida, habituales en su hermano, se ocultaban bajo una expresión severa.

—Mi esposo me tiene desconcertadisimo.

—¿Confundido por un joven? —Era imposible no reírse. —Qué concepto tan novedoso.

Xiao Zhan le lanzó una mirada de reproche.

—Tus burlas no me ayudan.

—¿Es ayuda lo que quieres?

Al cabo de un minuto, Xiao Zhan se mostró evasivo.

—Tal vez. Él se comporta de forma errática.

Era una tarde de otoño preciosa y el parque estaba bastante lleno. Ambos saludaron a varios conocidos y siguieron avanzando en silencio, hasta que volvieron a quedarse solos. Sobre ellos se extendía un cielo de un azul exquisito, salpicado de nubes diáfanas.

—La semana pasada, en el almuerzo de cumpleaños de la abuela, Yibo me pareció de lo más normal —comentó HaiKuan con discreción. —Yo no lo habría calificado de errático, pero también es verdad que no lo veo a diario.

Era cierto. Él tenía casa propia en la ciudad, y prefería no vivir en la grandiosa residencia familiar. HaiKuan no era el duque, ni siquiera el segundo en la línea sucesoria (su segundo hermano, Yizhou, era quien ostentaba tal distinción en ese momento), y a él le encantaba actuar a su antojo, sin cortapisas.

De nuevo Xiao Zhan vaciló de un evidente, y tensó tanto las riendas que Thebes sacudió la cabeza. Él le palmeó el cuello a modo de disculpa.

—No es algo que aprecie desde afuera, pero tengo la endemoniada convicción de que hay una diferencia.

No era frecuente ver en su hermano una incomodidad tan palpable. HaiKuan tuvo que admitir que sentía una curiosidad terrible. Le echó un vistazo con el ceño fruncido.

—Vas a tener que explicarte, gege.

—Sí, por todos los diablos, ya me doy cuenta.

La airada respuesta de Xiao Zhan era aún más intrigante que esa inusual propuesta de salir a cabalgar de buena mañana. HaiKuan esperó con paciencia, disfrutando de la pacífica calidez de aquel buen tiempo mientras sus monturas avanzaban indolentes a lo largo del sendero que transcurría sinuoso entre la hierba y los árboles.

El arte de la seducción | ZhanYiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora