XV

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Buenas noches, Eliza.

La muchacha abrió los ojos con molestia, ya que no estaba acostumbrada a ser despertada con el sol en su rostro. Mucho menos estaba acostumbrada a despertarse con tanta agitación, con gente corriendo y llevándola a ella consigo.

—¿Qué diablos?— Balbuceó, tratando de enderezarse. Uno de los chicos que la llevaba movió la mano rápidamente, buscando llamar su atención.

—No hagas ruido.— Le advirtió. Eliza miró a su al rededor con confusión, todavía ajustando su vista a la luz de lugar.

Y fue entonces cuando lo vio. A aquel enorme demonio salvaje, que movía la cabeza de un lado a otro, como si buscara algo. A ellos.

Se sostuvo a los bordes de la camilla casi con desesperación y apretó los labios hasta que le quedaron como dos diminutas líneas pálidas. Esa bestia era mucho más grande que los demonios que había enfrentado en Coto secreto de caza, y parecía guiarse por sus instintos más que por el raciocinio. La caravana de niños se detuvo, y ella quiso preguntar por qué, pero temió llamar la atención de aquella bestia y ponerlos a todos en peligro. El muchacho azabache que era amigo de Emma trepó un árbol con agilidad y, una vez ya cómodo en una de las ramas, estiró el arco y posicionó la flecha, apuntando hacia el ojo central de aquel ser. Voló la flecha por el aire, y el animal (si puede decírsele así) cayó muerto al suelo.

Hubo un suspiro de alivio comunitario y se sentaron un rato a descansar, ya que la gran mayoría tenía los nervios por el cielo y los más pequeños ya habían comenzado a llorar del terror.

—¿Qué era eso?— El muchacho que sostenía la camilla se tomó un segundo para respirar, y ella lo esperó.

—Un demonio salvaje, supuestamente. Hasta ahora no nos han perseguido los del Coto de caza, pero esas cosas han estado deambulando por aquí toda la mañana en manadas. No son muy inteligentes, pero se me revuelve el estómago solo de pensar en que esas cosas nos pueden...— Tragó saliva con fuerza y se puso pálido. —Nos pueden comer. Me refiero a que sé eso, antes también era así, pero ahora saber que simplemente puede tragarnos de un bocado mientras seguimos vivos es... Horrible.

—No te preocupes demasiado.— Eliza le sonrió con dulzura y casi con pena. —Vas a ver que va a salir todo bien. Si pudimos vencer a aquellos demonios inteligentes, estos no son nada. Además, aquel amigo de Emma parece tener un buen manejo de arco y flecha y buena puntería. Vamos a estar bien.— El muchacho volvió a soltar un suspiro y se dió la libertad de poder sonreír un poco.

—Ya vuelvo, voy a traerte la comida de hoy.

—No me voy a mover.— Escuchó cómo el otro soltaba una risa mientras se retiraba, y se dió el permiso de hundir la cabeza aún más en la almohada.

—Buenos días, Eliza.— Miró hacia su costado, encontrándose con la brillante sonrisa de Oliver.

—Buenos días, Oli.

—Qué buenos ni qué buenos, nos estuvieron persiguiendo manadas de demonios toda la mañana mientras ustedes dormitaban como bebés.

—Sí, buenos días a ti también, Zack.— La muchacha rodó los ojos. —Podrías tener un mejor humor, considerando que ya somos libres.

—Todavía tenemos muchas cosas que hacer.— Eliza miró hacia el cielo.

—Pero ya estamos bastante más cerca de lo que lo estuvimos jamás. Todo lo que hicimos, todos los sacrificios, las lágrimas y los entrenamientos por fin están rindiendo sus frutos.

—Y ya vamos a llegar mucho más lejos que esto.— Agregó el albino con convicción.

—Qué manera de despertarse, ustedes dos. Es muy temprano para ponerse así de filosóficos.— Zack se quejó mientras se removía en su lugar. Pronto trajeron las raciones de comida y ayudaron a la joven a enderezarse para poder comer mejor.

—¿Cómo se sienten?— Cuestionó el de ojos rojos, mientras daba el primer bocado.

—Todavía me duele todo el cuerpo.

—Bueno, normal. Te rompieron varios huesos.

—Cierto, ¿Verdad?— Oliver soltó una suave risa.

—¿Y tú, Eliza?

—Me siento mejor, creo. También me duele todo el cuerpo, pero estoy feliz.

—Te volviste más optimista ¿O son imaginaciones mías?

—Imaginaciones tuyas, porque cuando te preocupas te vuelves un completo pesimista, Zack. Y mira que normalmente lo eres.— Zack le sonrió con el ceño fruncido.

—Mira, si tuviera fuerzas, me pondría a discutir. Pero en este momento voy a concentrarme más en seguir con vida hasta que lleguemos a donde tenemos que llegar.— Dejó el paquete de su comida a un costado y les dió la espalda a los otros, recostándose. —Buenas noches.— Oliver negó con la cabeza, sonriendo.

—Déjalo.— Susurró a la joven, que apretó los labios.

—¿Estás seguro? Porque la verdad es un muy buen pasatiempo el molestarlo.

—Sí, por ahora déjalo. Ya lo harás cuando lleguemos al refugio.— El muchacho continuó mirándola con interés, y ella giró la cabeza hacia un costado.

—¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara, que me miras así?— Él negó suavemente con la cabeza.

—No, es simplemente que...— Lo pensó un segundo, tragándose el deseo de decirle "es que eres muy hermosa". —Verte me hace feliz. Estoy muy aliviado de que estés bien.

—Gracias. Yo también me alegro de que estés a salvo ahora. No sé qué habría hecho si te hubieras ido.— Al joven se le hundió el corazón en el pecho, de emoción. A veces se preguntaba cómo es que ella no se daba cuenta de las cosas que sentía, cómo no era obvio lo mucho que la amaba. Quizás si ella fuera capaz de notarlo, todo sería más fácil.

—En realidad, Eliza, hay algo que quiero decirte.— Ella acomodó las sobras de su comida sobre su falda.

—Dime, entonces. Por tu tono de voz, puedo arriesgarme a pensar que es algo muy importante.

—Es que lo es, sí. Es muy valioso, al menos para mí.

—Te escucho, Oliver.— El albino de mechón rojo lo pensó un segundo más, cerrando los ojos e inhalando aire, en un intento de que sus sentimientos se ordenaran tanto como sus pensamientos, algo que le era muy difícil de alcanzar estando cerca de ella. Pero luego de todo lo que había pasado, no podía guardárselo más. Sentía que en cualquier momento su pecho explotaría.

Eliza, yo...

Dientes de León {Oliverxtú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora