XVI

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Eliza, yo...

Se tomó un tiempo más para pensarlo, de pronto abrumado por la repentina decisión que había tomado. Pero al diablo, ya estaba hecho. No se avergonzaba de lo que sentía, y no contaba con tanto tiempo como para seguir debatiendo o no. En aquel mundo, donde ellos eran la principal presa selecta, no había tiempo para tantas dudas.

—Te amo.— Murmuró finalmente. Esperó a ver su reacción, con una expresión serena pero el corazón acelerado, latente dentro de sus costillas y llevando un color carmín a sus mejillas, junto con una respiración entrecortada. 

—Ay, Oliver, yo también te amo.— Ella sonrió, al parecer, sin notar la especial connotación que tenían las palabras del muchacho.

—No, espera, es que yo...— Se lo volvió a pensar. "¿Realmente es esta una conversación que quiero tener mientras estoy vendado, viajando por un bosque donde me acechan monstruos y no puedo hablar correctamente por el dolor de las heridas? No, la verdad que creo que no."

—¿Sí?

—No, está bien. Era eso.— Ella asintió suavemente con la cabeza, girando para ver hacia el cielo.

—Eso fue literalmente tan triste.

—Cállate, Zack.— Respondió al susurro de su amigo en el mismo tono, soltando un suspiro y hundiendo el rostro en la almohada.

—No, te lo digo bien en serio. Fue realmente la cosa más triste que debo haber visto en toda mi vida. Tienes mis condolencias, hermano.

—Ya, supéralo.

—Va a pasar a la historia. En serio, nunca vi algo tan deprimente.

—Ya.— Bufó, girando la cabeza en un intento de no seguir oyendo lo que el muchacho tenía para decir.

Eliza no escuchó nada de esto; tan ensimismada estaba en sus pensamientos. No entendía por qué cuando el muchacho le susurró esto, de aquella manera tan íntima, el corazón le dio un vuelco en el pecho y sintió que las piernas le temblaban, mientras un cosquilleo le crecía en el estómago y bloqueaba cualquier otra señal de dolor. Podría haber jurado que el rostro se le había puesto tibio, y se llevó una mano a la mejilla para comprobarlo. No entendía cuál era la causa de su reacción.

¿Por qué sería? No es que ella lo amaba... ¿O sí?

Lo pensó durante un momento. Bien, sí, Oliver había sido dulce con ella desde el primer día, desde la primera conversación y desde la primera sonrisa. Pero así debió haber sido con todos, porque él es realmente respetuoso. No es que haya hecho algo especial por mí exclusivamente, lo hizo todo en calidad de líder. Así como me cuidó a mí los debió haber cuidado a todos.

Inconscientemente se llevó una mano al colgante que había recibido para su cumpleaños, acariciando con suavidad el metal. Cerró los ojos, esperando que las dudas que tenía se disiparan. Pero no podía dormir, porque sentía que de pronto todo lo que había vivido con el muchacho se arremolinaba como vívidos recuerdos dentro de su mente, haciendo que las mejillas se le tiñeran de rojo y que el corazón le saltara en el pecho. No, ella no podía estar enamorada de Oliver. Él merece lo mejor de lo mejor, y además, jamás se fijaría en alguien como ella. Esos pensamientos hacían que la cabeza le diese vueltas, en una confusa mezcla de extrañeza y tristeza. Ella no podía amarlo, no podía malinterpretar la bondad natural del chico con amor.

Ay, si tan solo ella supiera.

{~°~}

—¿Eliza?— Oliver la llamó por el nombre. Hacía ya varias horas que estaba dormida, sin emitir ninguna palabra, y eso comenzaba a preocuparlo. —Zack, creo que está pasando algo.

—Aparte de que eres pésimo para confesarte y que ella es pésima para leer entre líneas, y que ambos juntos hagan la historia de amor más patética jamás vista, no creo que pase nada malo. Solo está durmiendo, déjala descansar.— Se cambió a sí mismo los vendajes en las heridas de uno de sus brazos y luego soltó un suspiro.

—Oye, ya te dije que dejaras de hablar sobre eso. Y si necesitas ayuda con los vendajes, deberías pedirle a alguien más que te los cambie.— Soltó un suspiro resignado, mirando hacia el cielo.

—¿Para qué? Si puedo hacerlo yo solo. Además, si no me cambio los vendajes de vez en cuando, hay más probabilidad de que alguna herida se me infecte. Y con todas las que tengo justo ahora, no sería lo más conveniente para nadie, la verdad.— El joven de cabello albino y mechón rojo miró a su amigo.

—¿Crees que pueden infectarse?

—No había suficientes medicinas para que todos estuviéramos relativamente a salvo, y tampoco sabemos qué clase de virus o bacterias hay aquí. Podría ser realmente peligroso para nosotros, que tenemos un sistema inmune débil ahora.— Oliver asintió suavemente con la cabeza. —Bueno, tú también tienes débil el corazón, pero no en sentido físico, si no más bien en un sentido espiritual.

—No lo dejarás ir, ¿Verdad?

—Jamás, ten eso por seguro.— La muchacha soltó un quejido, haciendo que los dos jóvenes se miraran entre sí antes de tomar por finalizada la conversación.

—Eliza, buenas tardes. ¿Te sientes bien?— Dijo el de ojos rojos.

—Oliver, Zack. Buenas tardes. No lo sé, estoy un poco mareada y me duele la cabeza.— Se llevó una mano a la frente, suspirando. —Espero que no sea nada.

—¿Tienes fiebre?— Cuestionó Zack.

—Creo que... No lo sé. La cabeza me da vueltas, creo que voy a volver a dormir...— Cerró los ojos, casi como si los párpados le fueran la cosa más pesada del mundo.

—Eliza. Ey, Eliza, no te duermas.— Zack intentó enderezarse en su camilla, pero fue incapaz de lograrlo a causa del dolor. Estiró el brazo para tirar de la campera del muchacho que sostenía su camilla. —Disculpa, ¿Pero podrías fijarte si tiene fiebre? Es importante.— El joven asintió con la cabeza y llamó al muchacho que llevaba a Eliza, que la bajó al suelo y puso una mano en su frente.

La quitó rápidamente, moviéndola en el aire.

—Está hirviendo en fiebre.

—Rápido, traigan paños húmedos y lo que haya de medicina.— Ordenó Zack de manera imperiosa.

—Crees que es una infección.— Aunque lo dijo como afirmación, sonó como una pregunta.

—Sí. Mierda, quizás sí. Esperemos que haya suficiente medicina.

—¿Y si no?

—Si no la hay...

Quizás debamos temer por lo peor.

Dientes de León {Oliverxtú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora