IX

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Eso espero.

—¡Escúchenme!— La voz de Oliver se alzó por sobre la multitud, firme y potente. —Tenemos un plan.

Eliza lo miró y suspiró, recolectando aún más voluntad de la que ya tenía dentro de sí. Es un plan magistral, y después de tantos años no vamos a bajar la guardia. No va a morir nadie más y vamos a vengar a todas las personas que perdieron la vida aquí. A mis hermanas y a todo el mundo. Solo tenemos que esperar unos días.

Y entonces, comenzó a sonar la música.

Allí empezó a complicarse el plan.

—¡¿Música?!— Exclamó Nigel. —¡Ni siquiera pasó un día!

—Ya vuelven... Esos monstruos...— Los niños comenzaban a desesperarse, con memorias aún demasiado frescas sobre la persecución y matanza que usualmente ocurría en aquel lugar. Lloraban y gritaban, aterrados por la inminente caza. El lugar se sumió en el caos con velocidad. 

—Eliza...— Peter temblaba terriblemente mientras se aferraba con fuerza del borde la campera de la mayor. Ella lo tomó entre brazos, tragando saliva. Tenemos los más grandes preparativos terminados, pero nos faltan los últimos chequeos... ¿Qué vamos a hacer?

—¡No pasa nada!— El albino se hizo cargo de la situación con velocidad, sonriendo y manejando a la multitud. —¡Chicos, está todo bien! ¡Cálmense!— La mayoría guardó silencio para prestarle atención a sus palabras. Eliza sintió que un sentimiento de orgullo le florecía en el pecho, y apretó con fuerza los labios en un intento de evitar sonreír; Ya Gillian le había señalado infinidad de veces donde se había encontrado sonriendo hacia el muchacho, y ella juraba que no podía explicar la razón. —Es un poco antes de lo que esperábamos, pero tenemos todo listo. ¡Como planeamos, vamos a destruir a los monstruos! Ya estábamos decididos, vamos a luchar. No se preocupen, vamos a hacer todo lo que podamos ahora, porque podemos lograrlo. Imagínenlo: mañana a esta hora, vamos a ser libres. Todos nosotros vamos a ser libres. ¡Vamos a ser libres un día antes de lo esperado, eso es lo que está pasando! Hoy vamos a acabar con este detestable patio de juegos y los humanos vamos a ganar. Así que no se alteren, mantengan la calma. ¡Ahí vienen! ¡Todos agarren sus armas y vayan a sus puestos!— Los chicos rápidamente se desperdigaron por el lugar, siguiendo las indicaciones del grupo al pie de la letra.

—Peter, ¿Oíste?— Le dijo la muchacha al niño que llevaba en brazos. —Todos vamos a estar bien.

—¿Qué es lo que vamos a hacer?— Aún le temblaba la voz, pero era notoria la seguridad que intentaba atrapar.

—Primero llevamos a todos al molino. Allí tenemos a unos amigos llamados Lucas y Adam y los van a proteger. Luego, los diez que ideamos el plan nos vamos a dividir en grupos y luego...— Guardó silencio, pensando en si era prudente decirle al chico que iban a luchar contra los monstruos cara a cara. —Nos vamos a encargar de ellos. No te preocupes, sabemos lo que hacemos. Vamos a hacer que se separen en grupos y, así, va a ser más fácil vencerlos. Van a bajar la guardia porque piensan que no somos nada.— Lo dejó con el resto del grupo de niños que huía hacia la entrada secreta del pasadizo subterráneo del molino y le acarició el cabello. —Todo va a salir perfectamente. Solo espera y verás.

Luego de decir esto se alejó con rapidez, porque temió que el niño notara lo asustada que en realidad estaba.

Siguió corriendo para dirigirse al grupo que luchaba contra Bayon. Con aquella campera sobre su cuerpo, su tarea era hacerse pasar por Emma, aprovechando que los demonios la querían cazar por ser un producto de la más alta calidad. Es un ataque sorpresa en el que solo tenemos una oportunidad. Así que vamos, persíganme, como ya lo hicieron tantas veces en el pasado. Persíganme. No tenemos armas y vamos a simular tampoco tener un plan, como llevamos haciendo desde hace tantos años. Hoy se acaba este espantoso lugar, hoy voy a vengar a mis hermanas, a mis amigos, a todos los niños que no pude proteger. Sus almas serán libres cuando venzamos a sus asesinos.

Se encontró con el árbol en el que habían decidido que se detendría, fingiendo no tener ya ningún lugar al que correr.

—Sacate la capucha, por favor.— La voz del demonio sonaba serena, como la de un rey que se pasea por el patio trasero de su castillo. Y así era.

—No era.— Se quejó uno de sus lacayos cuando la joven se mostró.

—No. Yo soy la venganza.— Dijo la muchacha, para luego acercarse un silbato a los labios y soplarlo con fuerza. Los otros grupos hicieron lo mismo, y luego se oyó un ruido mucho más poderoso, causado por la explosión de una parte del bosque.

—Ya no está.— Habló un segundo lacayo. —¿Y qué fue eso?

—Solo era ruido.— Sentenció el dueño del lugar. Eliza lo escuchaba atentamente, oculta. Claro, era obvio que se iba a dar cuenta. Él es el segundo más peligroso, justo después de Leuvis, pero no importa. Lo vamos a vencer y le vamos a dar una buena pelea.

—Eli.— Zack la miró fijamente, esperando su respuesta. Pepe contaba las municiones.

—Lo sé.— Ella inspiró aire y frunció el ceño. —Vamos a acabar con eso, de una vez por todas.— Zack le sonrió, casi con ternura.

—¿Quién diría que aquella chica que me miraba mal y estaba siempre llorando crecería para ser tan decidida?— Ahogó una risa, aún sin intenciones de revelar su posición exacta.

—Tú vives metiéndote en problemas. Ahora, esto es lo mínimo que puedo hacer.— Le sonrió de vuelta, y su dura expresión se suavizó al recordar cómo le había enseñado a curar sus heridas, hace ya tantos años.

—Estamos listos.— Pepe alzó su arma de dardos y puso en la mira al lacayo más cercano. Zack le alcanzó una granada de humo.

—Entonces, te dejo los honores.— Ella tomó la granada y la lanzó a los pies de los demonios, que luego comenzaron a ser atacados con fiereza.

{~°~}

Sentía un fuerte pitido en los oídos, probablemente por la pérdida de sangre. A pesar de todo esto, trató de ponerse de pie.

—Busca a Gillian y Nigel.— Le murmuró a Pepe. —Ellos acabaron con Luce. Adviérteles sobre Bayon.— Su cuerpo le falló y cayó de bruces al suelo.

—¡Eliza!

—No te preocupes por mí, estaré bien. ¡Ya vete!— Tronó, señalando con la mano. El chico dudó, pero finalmente le hizo caso. La respiración de la joven era muy lenta y los párpados cada vez le pesaban más.

Solo voy a cerrar los ojos por un segundo...

Dientes de León {Oliverxtú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora