XVIII

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Sí. Te creo.

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La muchacha pasó el resto del viaje entre fiebres y breves momentos de lucidez, sobreviviendo con la poca medicina que eran capaces de recolectar en el viaje. Al llegar al refugio, fue la primera en entrar y finalmente pudo conseguir el tratamiento que necesitaba.

Pero había algo que le resultaba muy extraño. Algo que cuando dormía no le permitía descansar, un particular sentimiento de sentirse observada cada vez que cerraba los ojos o se encontraba sola.

Era un sentimiento que conocía bien desde hace ya muchísimos años, pero desde que había llegado al coto de caza no había experimentado: El sentimiento de ser ignorada.

Louis no lo hacía hace ya demasiado tiempo, puesto que entre las amenazas constantes de los demonios y las supuestas "conexiones" que ella tenía con el resto de los mayores en el coto lo obligaban a buscar su ayuda de manera constante, así que realmente no había encontrado la necesidad de aplicar aquella técnica. Pero ya hacía varias semanas que no se acercaba siquiera a ella, y no estaba segura de cómo tomarlo. Luego de aquel sueño o visión que había tenido al borde de la muerte, había comenzado a reconsiderar su relación con el muchacho. Porque ella lo quería, sí... Pero quererlo y hacer lo que le pedía le hacía daño. Y él nunca se disculparía por eso, porque a sus ojos todo estaba bien mientras consiguiera lo que quería, así que Eliza había adoptado la costumbre de tragarse sus penas y ahogarse en ellas ya cuando estaba bastante entrada la noche, cuando las lágrimas saladas saltaban de sus ojos y hacían riachuelos en sus mejillas mientras se cubría la boca para que los sollozos no se oigan.

—¿Eliza?— Oliver giró la cabeza, con el cabello desparramado por la almohada y los ojos rojos apenas hinchados por el sueño. Su voz sonaba ligeramente más ronca que de costumbre, y su respiración era suave y cálida.

Ah, claro, porque había insistido en tener su cama al lado del de la muchacha, y eventualmente, en la búsqueda de evitar sentir la soledad, terminaron quedando uno pegad al otro. De alguna manera, cada vez que despertaban, se encontraban entre los brazos del otro. Pero parecía que ninguno quería hablar sobre eso.

—Perdón. ¿Te desperté?— Susurró ella en respuesta, tragando saliva con fuerza.

Porque también había pensado en eso. Había pensado en la seriedad en los ojos de él cuando le susurró aquel "Te amo", casi como si fuera una confesión mucho más profunda de lo que había considerado en primera instancia. Pero ¿Por qué él haría eso? No tenía sentido que él la amara, lo que se dice amar. Y tampoco le encontraba mucho sentido a que su propio corazón saliera de sus casillas cada vez que sentía su respiración cerca y sus murmullos cariñosos, cómo entre sueños las manos del contrario la buscaban con dulzura, y el cómo sentía que podría desmayarse y morir en paz justo en aquel mismo momento, sintiendo al muchacho rodear su cintura con cuidado y enterrar el rostro en la unión de su cuello y su hombro.

—No, no.— Mintió él. —¿Te sientes bien? ¿Hay algo que te mantenga despierta a esta hora de la madrugada?— inspiró suavemente el aroma de su cabello, soltando un pequeño suspiro. A veces pensaba que explotaría de lo mucho que la amaba, pero no podía encontrar las palabras para decírselo.

—No... O bueno, sí. Son... Son varias cosas.— Subió la mano por la nuca del joven para acariciar su cabeza, mientras intentaba acomodar sus pensamientos. —Estoy un poco confundida.

—¿Sobre qué?

—Sobre varias cosas.— Soltó un suspiro, rezando que él no sintiera cómo su corazón se aceleraba, porque realmente no quería comenzar a explicarle lo mucho que pensaba en su confesión, porque ni siquiera ella sabía bien cómo explicarse a sí misma aquello, así que optó por hablarle sobre Louis. —Es que estuve pensando en Louis.

—Oh.— Ella no lo vió, pero Oliver frunció el ceño. Sentía que el corazón se le iba a hundir, porque aunque se esforzaba en evitar relacionar el cómo la muchacha mencionó al otro y su corazón se aceleró, su mente no dejaba de recrear una hipótesis bastante dolorosa.

—Es que tuve un sueño con mis hermanas. Bueno, no sé si fue un sueño o morí por un segundo y logré verlas así.— Soltó una suave risa, intentando que la tensión de su cuerpo se disipara. —Pero de cualquier forma, dijeron que debería concentrarme más en la gente que me ama ahora.

—¿Y crees que lo incluye a él?— Susurró el joven.

—No. Bueno, no lo sé, pero la verdad ya no estoy tan segura. Él es muy importante para mí, pero estuve pensando al respecto y creo que yo realmente no tengo el mismo valor para él. Que quizás para él solo soy una herramienta de la cual aprovecharse. No quiero decidir nada aún.

—¿Pero por qué?— Alzó el rostro para mirarla a los ojos, y ella apretó los labios al ver la expresión de preocupación del muchacho.

—Creo que solo estoy un poco asustada. Él es todo lo que me quedó de mi hogar.

—Eliza, ¿Te puedo contar algo?

—Claro, por supuesto.

—Para mí, la gente del coto es mi hogar. Ellos son mi familia, porque estuvieron conmigo en los momentos más valiosos de mi vida, estuvieron allí cuando las verdades se volvieron mentiras y las pesadillas se volvieron realidades. No te estoy pidiendo que de la noche a la mañana cambies tu pensamiento, ni mucho menos te pido que pienses como yo, pero...— Tomó la mano de la contraria y entrelazó sus dedos, subiéndola dulcemente hacia sus labios y depositando un beso corto y suave en el revés de su mano. —Pero considera a quiénes llamas familia. Porque mereces ser feliz. Lo mereces, tú más que nadie.

—Oliver.— Ella pensó que iba a llorar allí, pero frunció el ceño lo suficiente como para impedir que las lágrimas aparecieran. —Gracias.

—No tienes nada por lo que agradecerme. Te lo digo en serio.— Volvió a abrazarla suavemente, cerrando sus ojos y soltando un suspiro cansado. —Ahora volvamos a dormir, ¿Sí?

—Sí, muchas gracias.— Al no sentir su respuesta, se dió cuenta de que él ya había caído dormido. Sonriendo, se inclinó para murmurar al oído del joven.

Te amo, Oliver.

Dientes de León {Oliverxtú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora