IV

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¿Yo? Jamás.

Se quedó mirando el techo de su habitación por un rato, sin verdaderas fuerzas para levantarse de la cama. Podía asegurar que hoy no era día de caza tampoco, así que tampoco tenía que apresurarse para prepararse, pero tenía que cumplir sus obligaciones como parte del grupo de los mayores. Con un suspiro se enderezó en la cama estirando sus brazos en silencio. Se cambió en menos de cinco minutos y se puso a cepillarse el pelo mientras miraba por la ventana. Algunos niños caminaban por las calles, esperando probablemente la hora del desayuno. Otros solo se quedaban sentados en los cordones de las calles y algunos más seguían profundamente dormidos. Una vez que terminó de prepararse, Eliza salió de la casa.

—Dijiste que me ibas a acompañar a buscar mi desayuno.— Oyó la voz del niño a su lado.

—¿Me estabas esperando?— Inquirió ella, con una ceja levantada. El menor asintió con la cabeza. —Faltan un rato todavía para que esté listo.

—Oh... Ya tengo hambre.— Farfulló el menor.

—Ya vamos a comer, sí. ¿Dormiste bien?— Preguntó.

—No... Bueno, sí, pero... Tuve algunas pesadillas.

—Sí, a veces pasa. No te preocupes, los sueños son solo sueños.

—Pero aun así salieron todos estos monstruos de pesadilla...

—Nadie puede soñar con algo tan morboso. Espero.

—Bueno, eso es cierto...— Titubeó. —¿Tú tienes pesadillas?

—¿Sobre los monstruos? No, dejé de tenerlos hace años. Sorpresivamente, te acostumbras.— Oyeron un cencerro a lo lejos. —Bueno, ahí tienes tu desayuno. ¿Vamos?— Peter asintió, empezando a seguir el sonido esperanzado. En el camino, veían como los demás seguían el sonido anunciante de su comida, mientras que otros, recién despiertos, salían de las casas.

—Eli.— Oyó que la llamaban. Cuando se dió la vuelta vio que el albino le sonreía. —¿Cómo dormiste?— Ella le dirigió una mirada primero al niño a su lado y luego a Oliver. El mayor pareció comprender la situación.

—Bien. Estamos por comer el desayuno. ¿Quieres venir con nosotros?— Empezaron a caminar los tres juntos, siguiendo el camino conocido.

—Me encantaría.

—¿Qué hay de desayunar?— Preguntó el menor.

—Hoy tenemos té y pan con mermelada hecha con los frutos del bosque.— Por un segundo, ella pensó que estaba hipnotizada por el cordial tono de Oliver; aquella calma y confianza que transmitía eran muy reconfortantes, y se apreciaban a aquella hora de la mañana, donde los pensamientos tienden a tornarse menos optimistas.

—Adoro el té.— Mencionó Eliza. Oliver sonrió.

—Lo sé.— Peter miró a uno de los mayores y luego al otro, dudando. Cualquiera fuera su duda, no se molestó en comunicarla.

—Creo que por aquella parte están dando ya los desayunos. Adelántate, Peter.— Sugirió la chica. El niño le hizo caso, corriendo hacia la fila apresurado.

—¿Y bien?— Cuestionó Oliver, su sonrisa suavizándose y sus ojos mostrando cierta preocupación. Eliza suspiró y, comprobando que el niño no la veía, dejó que su rostro se suavizara.

Dientes de León {Oliverxtú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora