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༺ Hello? Are You There? ༻
LA ALARMASONÓ y me levanté de la cama. Me dirigí hacia la cocina, donde me esperaba Josie, mi compañera de habitación.
─ ¡Buenos días! ¿Que tal has dormido? ─ me dijo con su característica sonrisa.
─ Bien, gracias ─ sonreí sin mostrar los dientes.
En verdad había dormido muy mal, de hecho, apenas había dormido, pero contar mis problemas siempre me había costado. Supongo que el hecho de guardarme todo para mí misma durante tantos años había hecho que me incomodara hablar sobre ello.
─ Muy bien. Aquí tienes— me entregó un vaso de plástico ─. Me levanté con ganas de pasear esta mañana y pensé: ¿Por qué no traerle algo a mi novia favorita?
─¿Pensaba que era tu única mujer? ¿Me estás engañando? ─ bromeé con mi amiga.
─ ¡No lo malinterpretes, cariño! ¡Eres la única mujer en mi vida! ─ siguió con la broma.
Reí y le dí un sorbo al café que me había traído.
─¡Te acordaste!─ hacía unas semanas le había dicho cuál sería el café ideal para mí y se había acordado.
─ Por supuesto ─ me contestó con obviedad.
Miré la hora y me dí cuenta de que llegaba tarde a la universidad.
─¡Ah! ¡Llego tarde! ─ chillé ─ ¡Gracias, te quiero mucho, adiós! ─ dije con rapidez.
─¡Adiós! ─ la escuché decir mientras cerraba la puerta.
Bajé las escaleras corriendo y me apresuré a la universidad.
Estaba en mi último año de criminología en la universidad y solo me faltaba este semestre para terminarla. Por otro lado, también trabajaba en una heladería, para pagar la mitad del alquiler del piso que compartía con Josie, pero eso era solo en verano. Estudiaba en la universidad de Columbia, que al ser una universidad de la Ivy League, era bastante exigente (y prestigiosa). Había soñado con ir a esa universidad desde pequeña, ya que fué a la que mi padre había asistido (Y su madre, y su abuelo... etc.), por lo tanto había trabajado muy duro para llegar hasta ahí y, de no ser por Stefan, el novio (millonario) de mi hermana, no me habría podido permitir estudiar allí.
Estaba a punto de entrar cuando escuché a alguien llamarme.
─¡Rory!
Me dí la vuelta confundida y me encontré con Sarah Collins, una niña (bastante insoportable, si me lo preguntas) de mi curso a la que solía llamar mi amiga. Sarah tenía el cabello corto y oscuro, los ojos también oscuros y su estatura era algo más pequeña que la mía. Llebava unos leggins negros y una sudadera verde pastel, por lo que deducí que ese día le tocaba gimnasia.
